Apolo, Casandra y yo | Paco VIllarreal

Paco Villarreal

Siempre me ha intrigado el mito de Casandra, aquella princesa troyana que profetizó la caída de Troya y a la que nadie creyó. Algunos dicen que el dios Apolo quiso tomarla, digamos que por esposa, a cambio de otorgarle el don de la profecía. La chamaca picudeó al dios y, una vez que tuvo el don, le salió que con que siempre no, que le dolía la cabeza, que andaba malita, o cualquier otra excusa. Y como lo dado ni dios lo quita, y Apolo era un dios, pues no le quitó el don pero le dejó un pilón, maldiciendo a Casandra para que nadie creyera sus profecías.

Me da mucha pena Casandra, porque creo que no hubo tal maldición. La princesa simplemente se enfrentó con la naturaleza humana. Somos necios, y así veamos la nublazón como quiera lavamos la ropa. Organizamos la vida no por objetivos sino por rutinas, y las defendemos contra cualquier cosa que trate de cambiarlas. Esto vale lo mismo para ir por las tortillas que para asumir un sistema político.
Nuestra reacción contra un cambio inminente es un repaso rápido a nuestras rutinas y la pálida certeza de un “No es posible”. Y con ese razonamiento nadie esperaba que el asalto al Capitolio tuviera las proporciones bananeras que alcanzó. Nuestros vecinos gringos, arrecholados en la molicie de su “democracia perfecta”, no imaginaban que eso pudiera pasar. Y les pasó encima, y seguirá arrollándolos por un buen rato más.

A mí me parece absurdo que, conociendo al orate que tienen en la Casa Blanca, supusieran que la transición de poderes iba a ser tersa y patriótica. Trump no ha respetado a nada ni a nadie, no sólo en su país, también en reuniones con mandatarios extranjeros. Hasta en países ajenos el protocolo diplomático ha girado en torno a él. Sus actitudes han llegado a ser insultantes y todos se las han tenido que tragar junto con el diazepam de la diplomacia. El presidente López, por su parte, parece que se tomó un té de tila y sigue con una actitud de extrema cautela respecto al presidente gringo, una cautela que ya raya en la afinidad. Y hay que notar que ese “respeto” no abona demasiado a la imagen del régimen de izquierda que pretenden endilgarle al tabasqueño. Stalin fue respetuoso con Hitler, y cavaba trincheras, y tumbas para los teutones. Pero ese no es nuestro caso.

Tal vez López ve algo en todo este montaje del Capitolio, algo que nosotros no vemos. Porque con juicio político o sin él, Trump hizo bien su trabajo durante cuatro años, no como presidente sino erigiéndose en líder de una minoría de locos que, aunque minoría, son muy numerosos. Son suficientes para armar un jaleo interno sin precedentes desde tiempos de la Guerra de Secesión. La rectoría de Trump en los disturbios fue evidenciada por cómo respondió la turba ante su “llamado al orden”. Aunque la élite militar no lo respalda, declarar estado de emergencia en Washington para garantizar la transición huele a una trampa más de este consumado tramposo. Además, la dispersión de las “protestas” en todo el territorio tampoco es una buena señal.
No creo que don Trump se atreva a iniciar una guerra civil.

Más bien me parece que le está tanteando el agua a los camotes. Por una parte, hasta dónde son capaces de llegar sus “turbas” manteniéndolas bajo control; por otra, hasta dónde los van a dejar llegar el gobierno y los estadounidenses. Incluso el ostracismo al que lo someten Facebook y Twitter, seguro será un incentivo al ingenio de la “turba” para crear nuevas y más efectivas redes para sus propósitos.

La toma de posesión de John Biden podría marcar el inicio de una sistemática campaña de Trump para volver al poder, reforzando la ciega lealtad de sus seguidores e incrementándolos. El descaro, el cinismo de Trump es infinito. Tampoco teme al ridículo. Con esas “cualidades” tiene garantizada la cobertura de los medios. Y por si no fuera bastante, su propuesta de gobierno no sería más mesurada que la actual sino, al contrario, exacerbada. Sería, como pasó en Alemania con Hitler, un patán entronizado. La primera fase de este plan ya está consumada: el merecido descrédito hacia el sistema electoral y los cuerpos legislativos. Revertir eso es prioritario, o será mejor que vayamos haciéndonos a la idea de guantánamos por toda América Latina. En otras palabras, esto apenas empieza.

Será el frío y que no jala el calentador, pero ando un poco pesimista. No sé qué detonó mi Casandra mode. Tal vez fue la escalada mundial del cinismo radical se ha introducido ya en las campañas electorales en México. O puede ser que el dios Apolo me haya otorgado el don de la profecía. Sí es esto, mejor dejaré que se las arreglen los gringos como puedan y me ocuparé en pensar un buen pretexto para no pagarle por el favor a don Apolo. Ya no estoy en edad para esas cosas.

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