Juego de Tronos a la mexicana | Por Paco Villarreal

Por Paco Villarreal

Este 1 de diciembre de 2020 yo ya cumplí. Con sana distancia, felicité a quién tenía que felicitar por su cumpleaños. No más. No hay nada más que festejar. La 4T tendrá que esperar a que, si sobrevivo a la epidemia y a mis endemias personales llegue el final del sexenio y entonces sí, a la luz de los hechos y no de las expectativas, pueda tener una idea más o menos clara de si se merece o no la felicitación… y aun así, a ver si me dan ganas. En este momento se puede opinar sobre el rumbo, no sobre la meta. Claro, podría ser trienio, según, si triunfa la estupidez de quienes obedecen consignas de partidos y empresarios sediciosos. Y como la cartografía sediciosa del “rumbo” del país sigue siendo la misma de siempre, lo más seguro es que la única ruta viable detrás de tanto remilgo opositor es regresar al puerto. Al mismo puerto, con los mismos capitanes. La Nao de China remolcando turistas en catamaranes por la bahía de Acapulco.

Aunque don Andrés hable de resultados, le creería más si hablara de avances y rezagos, y no “ad libitum”, sino con oportunidad, método, y honestidad descarada. El discurso oficial en esta “Te” y el de cualquiera de las anteriores “Tes” y demás siglas, es el triunfalismo mendaz del “¡Vamos a toda madre!” No estamos y nunca estuvimos “¡A toda madre!”, y además no íbamos a ninguna parte en nuestro tiovivo de catamaranes neoliberales y paleocorruptos. Seguimos igual. Los marineros que zarparon de las Canarias en septiembre de 1492 tenían más certeza de su destino: otro lugar. Y ni siquiera sabían si era la ruta correcta.

Es muy temprano para saber si estamos siquiera en ruta a ese “otro lugar” al que aspiramos. Temprano también para saber si ese lugar es el mismo al que nos conduce la 4T. Sólo sabemos que nunca estuvimos ni bien ni apenitas en los sexenios que recordamos. Aunque hay que reconocer que esta vez la incertidumbre ha sido prefabricada. Nunca antes un gobierno federal enfrentó tanta oposición abierta y embozada magnificando yerros y, las más de las veces, inventándolos. Han cumplido su propósito, porque han desplegado un muro de humo sobre el ejercicio de este régimen. Incluso los indicadores de una posible autocracia se difuminan ante una denunciante oposición, torpe, obvia y monotemática que, ahora resulta, se atreve a arrojar la primera piedra (estos hipócritas hubieran lapidado a la adúltera bíblica y hasta a Jesús con todo y apóstoles). Ningún mexicano tiene la menor idea de si este gobierno federal está o no intentando al menos cumplir con la ruta de las expectativas que generó. Como siempre, esperamos. Y normalmente esperamos lo peor: la última trinchera de nuestro pesimismo. Así cualquier mejora será celebrada como un triunfo, aunque sea una limosna.

El presidente López asegura que lucha por la justicia para los mexicanos. En realidad, cada presidente, en funciones o en campaña, y cada candidato a funcionario, ha dicho, dice y dirá lo mismo. Los mexicanos no tenemos ni una sola razón para creerles. Ahora mismo, con total desfachatez, los partidos se promocionan como auténticos semilleros de mesías cívicos. Prácticamente todos los partidos han sido expuestos, primero por la “vox populi” y luego por investigaciones criminales, ¡hasta a nivel internacional! Incluso por ellos mismos, en sus feroces pugnas internas. Si eso no bastara, su colusión con los empresarios que sostienen una sedicente organización “no política” los termina de despellejar. Fray Odón de Cluny no dudaría en rectificar su invectiva contra las mujeres y adecuarla a esos partidos: “Pues si los hombres vieran lo que hay debajo de la piel, sentirían asco…” Aquí no serían “mucosidad, sangre, humedad y bilis”… O sí, pero traducidas en intereses económicos, nunca sociales. La determinación con la que “Sí por México” convoca a los partidos (¿ordena?) es más que ilustrativa.

Con tan repulsiva oposición, ¿debo entonces creer en don Andrés?, ¿debo felicitarlo? ¡Claro que no! Faltan, creo yo, condenas y no sólo procesos escandalosos contra los corruptos. Falta solidez ideológica en Morena, sobre todo en sus líderes. Falta definir mejor un régimen incluyente donde quepa incluso a su pesar la propia derecha. Falta muchísimo en la reivindicación y respeto a los derechos de los pueblos originarios. Falta erradicar la incertidumbre económica cotidiana de la clase “jodida”. Falta imponer la fuerza de la federación frente a gobernadores autócratas; porque esperar a que se desmoronen solos puede ser muy cómodo, pero es fatal para quienes son gobernados por ellos. Tal vez desde mediados del siglo XIX, México no había estado tan atomizado como en estos últimos dos años. Falta mucho para creerle al Presidente, un poco más para felicitarlo, pero muchísimo más falta para que les crea a quienes quieren derrocarlo.

Y ultimadamente, no tengo por qué felicitar a quien se supone que cumple con un deber al que se comprometió. Lo felicitaría si va más allá de eso. Así que me quedo con mi modesta felicitación a una amiga que cumplió años.
Ahora que lo pienso, alguna vez le pedí a Dios que no muriera ni yo ni George R. R. Martin sino hasta que terminara la saga de Game of Thrones. Abusaría un poco esta vez y le pediría librar la epidemia y mis achaques para ser testigo de en qué termina este “Juego de Tronos” a la mexicana… Y ahí viene el invierno. Me da tanta curiosidad.

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