Paco Villarreal

LAS VACUNAS QUINCEADAS

Paco Villarreal
Hace poco estaba yo en la sala viendo cómo arreglar un molinillo de queso, mientras, como cada día, mamá veía el informe Covid que receta el doctor De la O al paciente público confinado. Descubrí que ella no es devota del doctor, sino que el informe está “encapsulado” (palabra de moda) entre dos programas a los que sí es devota. En místico frenesí con sus sudokus y sopas de letras, sólo atiende el informe cuando se anuncian las cifras estadísticas diarias.

Practicidad norestense de pura cepa. Como diría mi agüelo: “Ya fue mucha cáscara. ¿y la almendrita de la nuez a qué horas?” Pero yo no pude sustraerme al embrujo somnífero de don Manuel que sospecho que tomó clases de oratoria con John Milton (el tijuanense). Entre los tornillitos y las mentadas (así arreglo yo los artefactos), escuchaba la perorata del Secretario de Salud.

Lo he dicho otras veces, lo confirmo cada vez que lo veo: ese no es un informe. O más bien, el informe se limita al par de minutos cuando se dan los datos estadísticos y cuando se da algún aviso pertinente. El resto es rollo didáctico mal hecho e insidia con una evidente tendencia política. Y este lunes no fue la excepción, con el añadido que el buen doctor se extralimitó enfatizando un dato técnico ad infinitum, como si fuera un logro extraordinario, cuando en realidad es una rutina. El equipo de Salud estatal cumplió su deber, como debe hacerlo todos los días y en cualquier proceso, al revisar que las vacunas que se reciben estén en buenas condiciones para ser aplicadas. El que va a ser inoculado depende de eso.

En el envío desde los laboratorios, recepción en México y distribución en los estados, debe haber protocolos de control precisamente para que el producto no llegue al consumidor final en mal estado (“azorrillado”, diría mi amigo Obed Campos; “echado a perder”, dijo el doctor De la O; “quinceados”*, diría yo). Es vital ubicar bien la responsabilidad en un eventual deterioro del fármaco.

No es la primera vez que sucede un incidente así. Por error, o por negligencia, en otros países se han reportado casos de vacunas dañadas. Hasta hubo un caso que fue por travesura de un niño, creo que en Brasil. No he sabido de casos así en México, y es muy posible que los haya. Y es más probable que pase por la ruptura de la “cadena de frío”, una condición de la conservación que es indispensable en algunas vacunas y es muy difícil de mantener. Justamente, uno de los problemas logísticos que se plantearon desde un principio.

¿Qué procede en el caso de que un lote, por cualquier razón, se “eche a perder”? Pues, lo más lógico: de inmediato la separación del producto y el reporte, identificando el tipo y la razón del deterioro. La divulgación pública del caso es optativa, no porque deba ocultarse, sino porque es un tema de Salud Pública en medio de una contingencia sanitaria. Cualquier traspié puede afectar la disposición de la gente a vacunarse. Pero, veamos, el reporte público de un lote de vacunas dañadas es simple: fueron tantas, el daño fue este y fue por esto, las dosis dañadas fueron enviadas a tal, si se van a reponer o no y, en caso de que se hayan dañado con dolo, identificar al culpable, sin presunciones.

Esto es precisamente lo que NO hizo el doctor De la O. El noble galeno enfatizó la responsabilidad de su equipo al revisar e identificar las vacunas dañadas, una acción loable pero obligada. De la misma manera, el lote debió ser entregado en buen estado, con todos los protocolos y revisiones, al personal que debería transportarlo. ¿Quién transporta las vacunas? Pues, hasta donde yo sé, militares. Así que, o bien no se recibió el lote apropiadamente, o se tuvo un problema durante el transporte. ¿Hay culpables? No, hay responsables.

El místico médico dijo que aunque lo forzaran, no iba a poner esas vacunas. ¿Alguien si quiera intentó forzarlo? Si nadie lo hizo, ¿por qué razón mencionó algo que no es hipotético sino fantástico y, además, tendencioso? Durante el informe, el Doctor estuvo reiterando el tema de las vacunas dañadas casi como si hubiera sido un acto deliberado, que si lo fuera sería criminal y además genocida. Un señalamiento muy grave así sea como mera sugerencia embozada en su discurso.

Nadie, ni los Servidores de la Nación, ni los militares, ni los chinos que hicieron la vacuna, estuvieron maquinando la manera de distribuir vacunas “echadas a perder” para enfermar a viejitos. Lo haría un sicópata, y estos no suelen confabularse sino actuar solitarios. Si el doctor supone, en su fantástica imaginación federalista y bronca, que hay culpas dolosas en el caso, debería señalarlos claramente, no hablar como la señora inquinosa que por lo menos tiene la decencia de advertir la insidia con un sacramental “A mí no me gusta el chisme, pero…” Además, me parece un contrasentido que, si es que es verdad que los Servidores de la Nación hacen uso político de las vacunas, lo hagan con vacunas dañadas.
Yo agradezco al personal de Salud del Estado que, cumpliendo con su deber, descubrieron y separaron ese lote. Lo demás es puro, prístino uso político de la epidemia. Algo que puede constatarse regularmente en los informes Covid de Nuevo León, siempre y cuando estén presididos por el Secretario de Salud, un excelente pediatra, pero un político torpe y cuestionable funcionario.

Y no, no pude reparar el molinillo de queso. Dada la frecuencia con la que se comen en esta casa enchiladas, entomatadas y pizzas (todo con harto queso), me veré obligado a comprar uno nuevo.

*QUINCEADO: alimento que se cansó de esperar a ser consumido y decidió pudrirse.

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