Paco Villarreal

¡OH CHOLE MÍO!

Paco Villarreal

El Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Andrés Manuel López Obrador, merece todo mi respeto. Lo menos que puedo esperar de él, yo, ciudadano rascuache, de infantería, sin más mérito que tener actualizada mi credencial de elector y el pago puntual de mis obligaciones impositivas, es merecer todo el respeto del mandatario. No aspiro a desayunar con él. Tampoco tengo interés de sumarme a la caterva de enajenados que lo ensalzan poniéndole méritos donde sólo hay deberes, ni a la otra caterva de enajenados que lo repudian por reflejo condicionado sólo para llenar sus vidas con una especie de mediocre remedo de conciencia social.
Ese respeto presidencial al que aspiro no sé a qué sabe, nunca lo he tenido de parte de ninguno de los presidentes anteriores. A decir verdad, en ningún momento ni de ninguno de los líderes de los poderes del estado de cualquier nivel. No pierdo la esperanza. Alguno tendrá algún pequeño detalle algún día, pero, así sea por mantener la ilusión, don Andrés debería cortarle el copete al rollo y ser más cauteloso con lo que dice.
A mí me da la impresión de que su “¡Ya chole!” no ha sido, ni de lejos, un disparo oratorio estratégico sino un regüeldo. Y sí, yo reacciono igual cuando me atosigan, con motivos o sin ellos. Pero por eso no me dedico a la política. Pero para mí, el “¡Ya chole!” presidencial, me ha parecido una falta de respeto.
Yo no conozco al aludido Félix Salgado Macedonio. Sé lo que se dice de él. Lo he visto en fotos y videos. Es más bien feíto (“no muy agraciado”, diría mi agüela). Dicen que cantaba. Dicen que violó. Yo y millones de mexicanos, si lo oyésemos cantar, podríamos afirmar que Salgado canta bien o canta mal. Pero no tenemos manera de estar plenamente seguros de que sea un violador. Lo feíto es más factible confirmarlo, pero es cuestión de gustos: siempre habrá rotos para descosidos. Sabemos que existen acusaciones en su contra formuladas ante autoridades, no las de los medios. No sé que haya una condena todavía. No tenemos alguna prueba para asegurarlo autor de esos delitos. También sabemos que el dictamen final de la Justicia en estos casos, a favor o en contra, puede no ser el correcto, es lo normal en México y sobre todo para los políticos. Sabemos que es factible que se haya manipulado la Justicia para dilatar procesos o desaparecer pruebas. Podemos sumarnos al repudio general a la candidatura de don Félix sólo por fingirnos miembros de una comunidad solidaria o por conveniencia política. Podemos igualmente respaldar el “¡Ya chole!” de don Andrés y agruparnos, fidelísimos, en torno a su hartazgo. Pero no, miles que repudiaban de oídas a Salgado, sin alguna certeza, ahora lo usarán de pretexto para repudiar el “¡Ya chole!” presidencial porque, finalmente, fue, es una falta de respeto a todos.
Entiendo que haya muchos muy seriamente preocupados por la posibilidad de que un delincuente sexual acceda a un puesto de poder. Hay muchas razones… históricas. El voto democrático no sólo da un cargo, también otorga una patente de corso a muchos sinvergüenzas. Servidores públicos que se sirven del cargo y se sirven del fuero. En este caso en particular, Salgado Macedonio, en el supuesto de que sea culpable, evadiría con facilidad (y descaro) a la Justicia. Pero su inocencia, también presunta, tampoco lo tendría en una posición cómoda como gobernante. La duda generalizada ya se sembró. Su proceso por el delito imputado ya es de por sí una mancha en su expediente como ciudadano apto para ser líder de una comunidad. No porque no pueda serlo, sino porque ya de por sí los humanos somos adoradores natos del prejuicio, y en esta época en particular hemos puesto ese ídolo en el altar mayor.
El caso de Salgado Macedonio es un asunto de la Justicia, pero además es político. Su candidatura y su eventual, muy eventual triunfo, acentúa los prejuicios. Los “morenos” deberían entender que, aun cuando sea inocente (y no lo aseguro ni lo niego) y haya realmente intereses “oscuros” en bloquearlo y desacreditarlo, la estrategia electoral con él a la cabeza no es buena. Mientras esos intereses, si en verdad los hay, sigan siendo “oscuros” y no se clarifiquen públicamente, Félix Salgado Macedonio no es una buena carta para el gobierno de Guerrero. Esto no tiene qué ver nada con la ética, con la moral o con la Justicia, sino con el sentido común. Una cosa es dorarle la píldora al elector, y otra muy distinta es pedirle su voto como un acto de fe. Eso es exigir demasiado luego de que millones de mexicanos, como un acto de fe, votaron por don Andrés (fe en él… y desconfianza en los otros).
Por lo pronto ya hay un damnificado. Yo, a quién el Presidente de la República le faltó al respeto con su “¡Ya chole!”. Es casi un chascarrillo, pero el respeto entre los ciudadanos es la única vacuna contra la corrupción porque ni siquiera necesita de leyes y castigos y, además, es gratis y no hay que aguantar sermones de secretarios de Salud. Así que, como esto del respeto funciona con el “quid pro quo”, ya me guardo el “¡chole!” mío para cuando sea menester, y aseguro que lo usaré.
¡Ah! Pero si todo esto fue realmente producto de una campaña sucia en contra Salgado, hay que felicitar al autor. No veo la manera de zafarse de esta magnífica trampa, en la que hasta don Andrés caería, como otras veces, por hablar de más. Y el problema no es Salgado, el problema real es el terror de que un delito tan terrible quede impune y además sea legitimado en un proceso democrático. Y sí, es como de película de horror.

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