Té de carrizo contra el COVID | Paco Villarreal

Paco Villarreal

¿De veras el virus nos está ganando la guerra? No me sorprende la afirmación tan categórica del doctor Manuel De la O. Ese es su estilo sombrío. Durante meses ha solicitado en todos los tonos que los ciudadanos ayuden al gobierno en el combate a la epidemia. “No podemos solos” ha sido recurrente en su discurso. Aun así, llegamos al momento en que la cifra diaria de muertos intenta desestabilizarse hacia arriba, la ocupación hospitalaria se dispara y, con ambas cosas, las cifras alcistas en contagios registrados, tan cuestionables por su logística, empiezan a tener algún sentido.

Sí me sorprendió la conductora de noticias María Julia La Fuente, recriminando al gobierno estatal por sus malas decisiones y expresando, muy a su estilo, su hartazgo. María Julia apunta al transporte urbano como un evidente factor en este desastre. Tiene razón, pero se ha quedado corta. Hay más factores. Tal vez el principal es la escasa empatía del “gobierno ciudadano” hacia los ciudadanos.

Aunque yo no confío demasiado en la retórica crítica de los medios. Normalmente se rigen por líneas muy precisas que tratan de no ampollar las complejas relaciones del medio con grupos de poder económico y político. El exabrupto de una conductora tan institucional y popular, y su señalamiento tan específico, dan “pan” a la ávida indignación popular, y “circo” a la insidiosa grilla política. Tiene razón, pero el argumento incompleto y el señalamiento preciso, desvirtúan el propósito.

Y de sorpresa en sorpresa, todavía en vísperas de tratar de convertirse en cliente distinguido del tendajo de don Vladimiro Putin (a ver si alcanza el “cromo” anual), el doctor De la O anunció que el Estado comprará y aplicará vacunas, aunque la Cofepris no las haya autorizado. Eso lo dice el Secretario de Salud en Nuevo León, justo cuando se ha estado advirtiendo hasta el cansancio contra productos que estén fuera del control sanitario. Le comentaba a un amigo que un cambio de opinión tan súbito y radical no puede surgir por reflexión y convicción sino sólo por consigna. Si de un día para otro se hace esta afirmación, todo indica que la ordenaron… O lo que es lo mismo, es una decisión política. El efecto dramático de “salvar a todos” se atomiza con una tendencia natural: la excepción acaba por convertirse en regla. Ahora, tras meses de devaluar y contradecir a la estrategia federal de Salud con las consecuencias desastrosas que padecemos, también rechaza al organismo regulador que debe protegernos de riesgos sanitarios. Al asumir esta excepción, el mismísimo Secretario de Salud abre la puerta a seguir cualquier remedio absurdo contra el Covid, desde el clásico té de carrizo y pócimas pretendidamente “científicas”, hasta gárgaras de vodka con estafiate y novenarios a San Tito.

Aunque el tanteómetro epidémico estatal ya no me sorprende. Si la estrategia nacional tiene puntos muy cuestionables, la estatal ha sido un desastre desde que inició. Pero, perdonando el retobo, no estamos perdiendo la guerra contra la epidemia. Nosotros no estamos en guerra. Esta es su guerra: una batalla campal entre políticos y funcionarios públicos. Las víctimas del Covid-19, y de muchas de las llamadas “comorbilidades” que ya eran epidemias graves desde antes, son bajas colaterales. Bajas numerosas, pero necesarias para que los poderes político y económico se estabilicen y asuman el control… de los que queden vivos. Están aprovechando el “río revuelto”, sólo que este río es el Estigia.

Nosotros, los que sufrimos las consecuencias de las varias epidemias que nos azotan desde hace años, no estamos en guerra, sólo la padecemos. Estamos, eso sí, atrapados en un país convertido en un enorme Auschwitz, uniformados con cubrebocas, olvidando nuestros rostros y sólo reconociéndonos en la mirada por el hartazgo, la desesperación, la impotencia o la resignación. Además, todos atónitos viendo cómo nuestros carceleros combaten entre ellos jugando un trágico ajedrez con nuestras vidas. Y bueno, así es esto, porque si hubieran dejado que nosotros peleáramos esa guerra, tal vez las únicas bajas hubieran sido ellos.

PD: este miércoles 20 de enero… ¡Se va el caimán, se va el caimán! A ver si el nuevo no nos resulta cocodrilito.

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