A los que publican en redes sociales sus enfermedades cardiacas

Eloy Garza González 

Las visitas al cardiólogo son una buena práctica. Lo criticable no es que chequemos periódicamente nuestro segundo órgano preferido, sino que no lo hiciéramos. Alfonso Reyes nos recomienda que “imaginemos nuestro corazón como un barrito de barro frágil, el cual ha comenzado a rajarse”. 

De manera que mucho cuidado.   Nadie tiene la vida comprada y por eso nunca está de más encarar el problema. Y ver las cosas con naturalidad.

¿Qué aconsejo a mis amigos con el mismo defecto de fábrica? Que cuenten su caso abiertamente. Que no les de pena. Si en algo ayuda, recordaré que Elvis Presley se murió de un infarto al miocardio mientras se sentaba en el inodoro. Tenía el corazón cuatro veces más grande del tamaño normal, hasta que le reventó. 

Pero como Elvis nunca confesó su enfermedad, corrió el rumor de que había muerto por meterse tanta droga (que también lo hacía). Todavía hay infinidad de fans del cantante sumidos en el error.

Muchos pacientes que sobrellevan una enfermedad, la cuentan públicamente en redes sociales, Facebook o Twitter y comparten sus vivencias. 

Yo recuerdo que el primero que lo hizo en Internet fue un periodista gringo: Jeff Jarvis. Hasta la fecha, Jeff escribe un blog que ahora es legendario, con entradas diarias, sobre su lucha contra el cáncer de próstata que padeció por aquellos años.

Luego los haters de Jeff (todos tenemos haters que consagran su vida a odiarnos de a gratis) acusaron a Jeff por exhibir morbosamente su intimidad como si fuese un pecado capital. 

No se vale si uno mismo informa oportunamente su dolencia. Y es que la privacidad que uno mismo hace pública no es obscenidad, si se trata de un problema de salud. 

En México nos sentimos culpables cuando enfermamos de algo grave y eso sí es un prejuicio obsceno: de nuevo asumamos las cosas con naturalidad.

Cada vez que un paciente cuenta su enfermedad en redes sociales, con personas que padecen el mismo mal, se crea información personal y clínica, datos de medicamentos, recetas, consejos, hábitos de salud que nunca antes se habían registrado en línea. 

Y eso nos beneficia a todos los mexicanos, enfermos o sanos por igual (claro, quién esté completamente sano, que tire la primera piedra).

Ya hay paginas en Facebook e Instagram donde los usuarios enfermos comparten abiertamente y a gran escala, sus experiencias, síntomas y tratamientos. 

Así podríamos armar una herramienta para comparaciones clínicas instantáneas. La información agregada sobre tratamientos seria analizada por investigadores y expertos mexicanos. 

Y lo mejor: sin meterle un centavo gubernamental. 

¿Qué debería hacer cualquier paciente con similares características clínicas? Primero elegir en un menú su comunidad en línea, escribir sus síntomas y tratamientos y a partir de ahí interactuar con otros miles de pacientes con un perfil similar al suyo (edad, género, etapa de la enfermedad). 

Luego, la aplicación abrirá un foro virtual sobre los tratamientos que siguen y cuáles han sido sus resultados.

Sería interesante que en México pudiéramos diseñar entre todos una plataforma, sin costo alguno, en donde los pacientes convivan, escriban sus experiencias, apunten los medicamentos que toman, las rutinas que siguen, qué cosas les divierten y cómo sobrellevan su condición. 

Sería más barato que todas las políticas públicas sobre salud que solo sirven para que los políticos se roben el dinero de la gente. Si de por sí…

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