Convivencia social y una puerta quemada

Eloy Garza González 

Abordo indebidamente este tema de la quema de la puerta del Palacio de Cantera. Mi condición de hombre reduce el campo de mi perspectiva. Pero aún así expongo una opinión que (bien lo se) no dejará satisfecho a ningún grupo. 

En casi todas las tomas de decisiones de impacto colectivo, la autoridad se cree más eficiente si responde con simplicidad. Las relaciones hetero-patriarcales recurren a lo simple. El macho manda. La mujer obedece. 

Ficciones que se creen “útiles” para la vida en común y que francamente nunca han encajado en la realidad. En el fondo, no entendemos a ciencia cierta cómo debería funcionar la convivencia entre seres humanos. 

Esta visión enfermiza persiste. Las sociedades se vuelven menos homogéneas, pero los prejuicios permanecen, no cambian. Los asesinatos de mujeres van en aumento (Nuevo León se ubica a nivel nacional en los primeros lugares de feminicidios). 

Sin embargo, se sigue respondiendo con simplicidad a problemas complejos. ¿Por qué? Quizá lo explica correctamente Alexis de Tocqueville: “una idea falsa, pero clara y precisa, tendrá más poder en el mundo que una idea verdadera y compleja”. Grave déficit de comprensión de lo que nos está pasando. 

Las relaciones hetero-patriarcales implican la imposición de una idea falsa pero clara y precisa.

¿Incendiaron una puerta del Palacio de Gobierno? Desde la concepción simplista se anuncia: “fue una turba vandálica. Luego se sentencia: “Que se detenga a las culpables”. “Que se atengan a las consecuencias”. 

El gran riesgo latente no es la avería o el daño infringido a un bien público (yo reniego hasta que se le diga Palacio a una mera oficina gubernamental); el gran riesgo es que se quiera responder con simplicidad a problemas complejos. 

“¡No se la compliquen!”, reclama la mentalidad machista, olvidando que no hay nada más peligroso que una respuesta o justificación  simplista. Y esa ha sido la política dominante en sociedades como la mexicana. 

La frase “mátalos en caliente” tiene su mismo origen en la frase “yo soy el dueño de mi mujer”, “en mi casa mando yo”, con sus respectivas variantes sutiles o incluso apenas perceptibles. 

Uniformidad y simplificación. Ambas palabras derivan en tendencias autoritarias que son la única forma de gobierno que asume el machismo. 

Por supuesto, son palabras seductoras para gran parte de la población que no entiende (por estrechez mental o por mera necedad convenenciera) el mundo complejo, divergente y plural en el que vivimos. 

Dicho de otro modo, pongámonos a la altura de lo complejo, evitando las respuestas simplonas; esas que simplifican y, en consecuencia, anulan a la otra parte. 

En suma: ¿debió reprimirse a las manifestantes que quemaron la puerta de Palacio y pintarrajearon paredes y comercios? No. ¿Debería fincárseles responsabilidades? Sí. La primera respuesta sería la simplista, es decir, la respuesta autoritaria. La segunda respuesta sería la de un Estado de Derecho. 

La democracia compleja tiene su costo: asumámoslo de cara a las millones de mujeres que han sido vejadas, abusadas, violadas, humilladas, dañadas en su integridad física y mental. 

Forjar otra forma de pensar que nos lleve a otra forma de relacionarnos y a otra forma de socializar. Una nueva forma de gobernar sociedades complejas, descartando la vieja práctica política de las soluciones tajantes, elementales y rústicas, que sigue soltando sus coletazos represores. 

Tamaña injusticia histórica contra las mujeres no la compensan ni cien puertas quemadas, por mucho que no nos gusten (y a mi no me gustan) los destrozos de monumentos regionales. 

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