De mis vecinos a España

Una de las cosas más difíciles de lograr es la coexistencia vecinal sin incidentes. Lo más sano es no involucrarse más allá de la cortesía y el comedimiento básicos. Una taza de azúcar, un par de jitomates, las pinzas de presión, el número de teléfono de los tacos… Estos detalles mínimos mantienen una razonable relación, sazonada con el saludo oportuno y una eventual y breve charla sobre el clima. Hay, por supuesto, casos difíciles. A los ruidosos, fiesteros y madrugadores, no se les puede hallar el modo. En sus pequeñas mentes de primate alcoholizado no cabe la posibilidad de considerar a los demás, y si es tres o cuatro días a la semana, ¡mejor! Su casa es su castillo… o mejor dicho, su cantina. Otro caso son los prófugos del litio. Ni todos los yacimientos que alucina el gobierno federal estabilizarían la personalidad de esos bipolares que a los 10 minutos de darnos los buenos días nos recetan una mentada. La vida vecinal se vuelve un brete donde se tienen qué ejercer los más refinados recursos de la alta diplomacia. Mi agüelo decía que hay que tratar a los vecinos mejor que a los parientes, porque están más cerca cuando se necesita ayuda. Es verdad, pero es muy difícil en estos tiempos cuando hay familias que parecen ghettos y bardas colindantes que son pequeños muros de Berlín.

Yo supongo que en el vecindario mundial debe ser algo parecido entre los países. Cada soberanía se plasma en leyes que no siempre consideran a los países vecinos. Instancias internacionales pueden mediar, presionar, pero raramente obligar a conciliar intereses. Además, el gobierno económico no tiene gentilicio. Este liderazgo mundial no es social, pero usa el liderazgo social de cada nación para expandirse e imponerse, incluso burlando las leyes, corrompiendo a gobiernos, disolviendo identidades nacionales, explotando a sociedades enteras. En mi pequeño mundo vecinal todavía no se descubren estos siniestros métodos, afortunadamente.

Por eso no me extrañó tanto la “plática” de don Andrés sobre eso de hacer una pausa en las relaciones con el gobierno de España. Ya antes tuvo sus asegunes, hasta con el Papa, por unas disculpas que no fueron ofrecidas. Tenía razón en parte, el colonialismo español en el siglo XVI fue feroz, voraz, criminal. Si bien aguanta pedir perdón por eso, es a la humanidad a la que hay que pedirlo y, particularmente, a un puñado de sobrevivientes de los pueblos originarios de América. Los genocidas que se señalaba entonces ya sólo viven en el ADN de los mestizos, que somos nosotros. Don Andrés tenía algo de razón, pero no se puede convocar a fantasmas para reparar daños, y una disculpa no cambiará ni la historia ni el futuro.

Ahora, por segunda vez en muy poco tiempo, un gobierno extranjero pide respeto al gobierno mexicano. En el caso de Panamá tienen razón al ponerse exigentes con la integridad de un diplomático, aunque me da la impresión de que no faltaron prejuicios y suspicacias. En el caso de España, espero que don Andrés tenga elementos suficientes para su “discreto” repudio a España, porque, insisto, un líder económico no podrá tener nacionalidad pero no identidad nacional.

En unos días, en España, comparecerán ante la justicia funcionarios de la empresa Iberdrola. Se señala a esta empresa por haber casi desecado un embalse que abastece a una hidroeléctrica (la dejó peor que La Boca), lo que causó el encarecimiento de la energía eléctrica en España, y en pleno verano del 2021. Esto, por supuesto, engordó más las arcas de la trasnacional con sede en España. También hay otro proceso abierto en la Audiencia Nacional de Madrid en donde se acusa a Iberdrola de espionaje, cohecho, falsedad documental y atentado contra la intimidad. Además, apenas en diciembre, la Comisión de Regulación Pública de Nuevo México, impidió que Avangrid, filial de Iberdrola en Estados Unidos, comprara PNM Resources, una empresa generadora de energía eléctrica. Se usó la bandera de las “energías limpias”, sí, tal como cacarean tanto en México, pero pondría a la filial de Iberdrola en una posición de privilegio en dos estados con riesgo para los usuarios, por lo que la comisión impidió la compra. O sea, que en Texas y Nuevo México, Iberdrola no pudo repetir la hazaña colonizadora que realizó en México. Y habrá qué decir que las cuestionables y hasta presuntamente punibles “estrategias” de Iberdrola, Repsol, OHL, etcétera, no fueron facilitadas por el gobierno de España, sino por gobiernos mexicanos: partidos con colores identificables y funcionarios con nombre y apellidos.

Don Andrés tiene razón en indignarse por el colonialismo económico de empresas españolas, vampirismo más bien. Puede señalar a funcionarios del gobierno español si hallara alguna complicidad. Puede exigir incuso la colaboración del gobierno español para investigaciones específicas y fundadas. Pero me parece harto peligroso sugerir una pausa diplomática (que no sé lo que sea), porque eso implica todo tipo de malos entendidos, y da pie para cualquier género de insidia generada por los malquerientes de la 4T. Si la intención es refrescar las relaciones entre dos países, podría generarse todo lo contrario: deterioro, desconfianza y xenofobia. No hay que olvidar que España es un país consanguíneo, y que padece además la plaga bíblica de un fascismo revisado e instalado ya como fuerza política. En estas condiciones, una ruptura no cicatrizará fácilmente.

Yo también alguna vez padecí la lata de algunos hijos de vecinos. Empecé por bloquear sus travesuras, y cuando fue insuficiente, apelé a la colaboración de los padres. A mí me funcionó. Rusia está muy lejos, y puede no preocuparnos demasiado lo que sucede en Ucrania; pero en el caso de España, el Océano Atlántico no es un obstáculo sino un camino, como lo fue hace más de cinco siglos. Eso sí, hay que vigilar muy bien quiénes lo transitan… en ambos sentidos, no nada más de “allá p’acá”.

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