El espejo roto de la democracia | Paco Villarreal

Paco Villarreal

Los instrumentos del poder son tan extraños y barrocos como la senda de las obras de Dios y de Satanás. Cuando ambos negociaron arrimarle una soba divinamente diabólica a Job inventaron el proverbial pretexto que atribuyeron luego a Maquiavelo (Niccolo, no el otro), pero cuyo autor fue un teólogo jesuita alemán cuando tramaba no sé exactamente qué, pero seguro que algo turbio: “Cum finis est licitus, etiam media sunt licita”, o séase prácticamente lo mismo que “El fin justifica los medios”

Me viene a la mente el mañoso de don Herman Busembaum por el cacareo que se traen respecto a las “mañaneras” censuradas por el INE, o más bien por don Lorenzo, que tiene rato cobrando, y cobrando muy bien, por ser la encarnación misma de la imparcialidad. En la otra esquina, el ciudadano presidente López, se lanza desde la tercera cuerda y rechaza la censura invocando a los tribunales. La decisión de don Lorenzo “Arbitrio” Córdova está viciada desde su origen y además es chipotuda. Si cualquier declaración emitida urbi et orbi por don Andrés “Estentóreo” López puede considerarse propaganda política, entonces significa que él mismo es una especie de avatar del partido que lo puso en el poder, por lo tanto, desde otro extremo el multilátero político, cualquier declaración hecha en su contra por cualquier candidato, por cualquier partido, también es propaganda política. Si bien en este caso no es censurable por su distancia relativa, muy relativa con la función pública, sí debería inscribirse como propaganda política en los tiempos y espacios oficiales regulados por la ley en los medios de comunicación.

Un ejemplo más de la inconsistencia de las reglas sobre campañas lo vivimos durante las pasadas precampañas. Un día sí y otro también, fuimos bombardeados por publicidad de precandidatos aclarando, eso sí, que estaba dirigida sólo a los miembros del partido en cuestión. Si los ciudadanos en general no fuimos invitados a la selección de esos candidatos, ¿por qué tuvimos que estar expuestos a esa publicidad? En toda forma eso debería ser considerado como promoción anticipada de campaña, que sí está legislada. Además, es muy cínico el truco, porque la “elección” interna de candidatos fue una reverenda farsa. Todos estaban más que cantados y hacen que los míticos “dedazos” y “tapados” priistas de antaño se vean como ejemplos impecables de democracia. Y mejor ni hablar de la elección interna panista en Nuevo León, realizada en medio de un casi toque de queda.

Otro asunto que el INE debería perseguir “de oficio” es precisamente el de los contenidos de las campañas políticas. La ausencia de propuestas de los partidos, de TODOS los partidos, hace que flote la porquería de la que todos han sido responsables, pero, como apesta, prefieren arrojársela a otros. Es como el clásico gag de los pastelazos, pero con sustancias muy repugnantes. Escuchar la publicidad de los partidos es ser testigo de una guerra donde se dan por sentadas afirmaciones sin argumentos o con argumentos retorcidos e incompletos. Es oír cómo se esfuerzan por decir las cosas peores del otro. Esto podrá ser efectivo, pero es peligroso, porque al criticar de esa manera al oponente, se pretende también a desacreditar a su partido. El mensaje es claro: “No votes por él porque es de lo peor, vota por mí que soy menos peor”. No se ofrece un proyecto, se descarta a los contrincantes, un voto por eliminación no por selección. Eso es intentar pulverizar a los partidos o lo que es lo mismo, aplastar a la democracia. Y eso ya lo hemos visto en México. Insisto, para mí al menos, la guerra sucia ya desatada no demuestra otra cosa que falta de proyecto.

Y aquí es donde el INE y don Lorenzo deberían ser más que rigurosos, incluso intolerantes. Si no hay propuestas sino denuestos, infundios, prejuicios y medias verdades, no debería autorizarse como publicidad electoral. Sé que se oye extremo, censura casi, pero lo que se juega durante cada elección es no sólo la democracia, además el desarrollo de una sociedad estable. Sólo volteemos hacia Estados Unidos y las consecuencias de llevar al poder a un sujeto que hizo campaña y gobernó insultando y desacreditando a sus oponentes. Veámonos en ese espejo, aunque ya esté irremediablemente roto.

Así que, con perdón de don Herman, yo diría que el objetivo no dignifica a los medios para conseguirlo sino, al contrario, son los medios los que determinan el objetivo porque, y es nuestro caso, finalmente lo corrompen. O… ¿ese era el objetivo?

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