El videoclip anaranjado

Paco Villarreal

Contra lo que algunos suponen, mi amargura biliosa no es tanta como para que no me guste la música. Incluso, cuando tenía un chorro de voz no me negaba a echarme unos gorgoritos lubricados con tequila en las serenatas maternales. Aunque yo no me di al cuete por el canto sino al revés, por fumar sí me dio la tos, y como sentencia el ilustre sabio Salvador Flores, “de aquel chorro de voz, nomás me quedó un chisguete”. Chisguete que uso mesuradamente para ladrarle a mis perros, llamar a las palomas para que coman, reclamarle al taquero que mis tacos sí van con mucha cebolla, y explicarle al doctor que no necesito otras capsulitas sino otra columna vertebral. No torturaría a nadie obligándole a escucharme entonar ni el Himno Nacional… sobre todo porque tengo la sospecha bien fundada de que el célebre Masiosare sí es un enemigo, pero no es precisamente extraño ni extranjero.

Cuando tenía tiempo, solía dedicarle unas horas del fin de semana a oír música, y lo mismo escuchaba a Los Doneños que a la diva Damrau; diplofonías mongolas que cantigas mozárabes; boleros que havy metal. Como no tengo que cantar ninguna cosa, oigo lo que sea, ¡hasta los jingles de los detergentes! Claro, incluso el mal gusto musical tiene límites. Así que evito sistemáticamente los narcocorridos, el reguetón, y algunas cosas de la música “grupera” que es algo así como un transgénero indeciso de la música.

Fuera de esto, soy tan ecléctico que hace algunos años tarareaba con gusto la cancioncita del “movimiento naranja”, aunque no voté por sus candidatos. El niño cantor aquél tuvo tanto éxito, que hasta resonó en comentarios (serios) de la televisión española… ¡Nada qué ver con lo que recién escuché, incluso con el famoso niño!

Pato Machete, Genitallica, Ronda Bogotá, y otros “viejos leones” de la música, todos haciendo el caldo gordo al nuevo Nuevo León de Samuel García. Y digo “viejos leones” porque permanencia no significa actualidad ni coherencia social, y menos en la música. “¡Ya somos pura nostalgia!”, le decía a un amigo mientras veíamos pasar parejitas endulcoradas. Pero si este videoclip es la avanzada de un movimiento anaranjado musical, tiemblo al imaginar la catástrofe que nos espera. El hundimiento de la Atlántida se queda corto. ¡Un movimiento anaranjado musical! Yo me quedo con Pablo Alborán, Ángela Aguilar, y limonada.

Pero esto no me preocupa tanto. Lo entiendo incluso. La campaña de Samuel García se ha especializado en hacer ruido en las redes, de por sí ruidosas. Aunque se ha dedicado con bastante diligencia a “hacer pueblo” y pegotes, no es un convocante eficaz de multitudes, más bien de curiosos. Hacer conexión con la gente para él no debe ser sencillo, porque puede entender (o fingir que entiende) las expectativas del elector, pero dudo mucho que le genere empatía popular si sus mejores argumentos son romper el “pacto” fiscal, ir a la cabeza en las encuestas, y esa utopía fantástica de un “nuevo Nuevo León”. Munchhausen sería más convincente.

Seamos sinceros: al pueblo pueblo le vale gorro que esté o no siendo investigado por la FGR o el SAT. Hemos tenido tantos delincuentes impunes como gobernantes que ya nos da lo mismo. Viendo la popularidad que tienen los narcocorridos, parece que hay muchos que admiran más el éxito que la manera de conseguirlo. Eso sí, aunque hoy decidieran votar por Samuel, y en el supuesto de que fuera detenido y procesado, nadie movería un dedo a su favor. Esperarían que el sistema judicial actuara, así como esperan que actúe en el caso del Gobernador de Tamaulipas a quien, entre más defiendan PAN, PRI, PRD y MC, más se hacen sospechosos ellos y él. Y, a propósito, hacen mucho borlote con lo del fuero, pero el tema no es ese, sino las acusaciones e investigaciones que hay, tanto en México como en Estados Unidos, contra el gobernador tamaulipeco. Ese es el tema. Lo que hacen los partidos, sobre todo el PAN, es impedir que se desarrolle un proceso en el cual Francisco García Cabeza de Vaca podría resultar culpable o inocente. Es decir, el bloque de partidos no defiende la democracia, obstruye la justicia.

Volviendo al “videoclip” anaranjado, en lo personal no me gusta, me parece pura demagogia pautada. Pero eso no quiere decir que no sea eficaz. De ninguna manera es un video mal planeado. El tipo de artistas está ahí para comunicar el evangelio naranja a sectores específicos de la población, sobre todo jóvenes. El propio discurso del candidato, hasta su outfit, convoca a los jóvenes clasemediero chidos, pero hay sectores con los cuales jamás podrá establecer un diálogo ni despertar confianza. Sectores de jóvenes para los que el éxito no significa ser millonario y casarse con una mujer bella con tenis fosfo; el éxito es más gregario, está en su entorno inmediato y en conseguir satisfactores simples. Tal vez el joven Colosio tenga más labia para llegar a ese tipo de electores que, por cierto, es bastante más numeroso y arisco que los ingenuos chavos clasemedieros chidos.

El videoclip naranja, como recurso de campaña vale, aunque sea tan de mal gusto (he visto y oído cosas peores). Pero la verdad me da la impresión de que será contraproducente para los artistas que convocó… ¿o contrató?

Por lo pronto, cuando tenga tiempo de ponerme a oír música, juro que no incluiré el videoclip anaranjado, ni aunque se gane un Grammy… o una elección.

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