Eloy Garza
Félix Coronado: mi compadre chulo
Eloy Garza González
Estaba Félix Coronado ya enfermo de insuficiencia cardíaca, pero nos mediamos la presión arterial en mi casa (él ya con la mínima y yo con la máxima) y me regañaba: “no te cuidas, compadre chulo, te vale madre tu salud”. Al día siguiente llegaba a mi casa, de sorpresa, con su cardiólogo personal a revisarme mis signos vitales. Y yo le decía: “a mi no me va a andar trayendo médicos a mi casa sin avisar, compadre”.
Y se carcajeaba.
Estaba Félix a punto de comprar un departamento en Monterrey para irse a vivir ahí con su familia y me decía: “yo te presto para que pagues el enganche del departamento de al lado, compadre chulo, así seremos vecinos cuando estemos viejitos”. Y yo me encabronaba en serio, fuera de bromas. “A mi no me vas a andar prestando nada, compadre, yo tengo mi dinero y punto”.
Y se carcajeaba.
Viajábamos mi compadre y yo a Saltillo, en mi carro (yo conduciendo) y me decía: “nos vamos a matar por tu culpa, compadre chulo, porque estas ya bien ciego; regresando te presto un chofer para que te lleve y te traiga a todos lados”. Y yo frenaba enojado. “A mi no me vas a andar prestando ningún chofer, cabrón, yo puedo manejar solo”.
Y se carcajeaba.
Ese era mi amigo, mi hermano, Félix Coronado. ¿Cómo no haber querido en esta vida, con toda mi alma, a mi compadre chulo? Hoy que murió, siento un pesar muy grande. Todo ha sido muy difícil en estos días.