Historia de amor de dos regios sobre una Harley Davidson

Eloy Garza González 

Como son vísperas navideñas, les contaré una historia de amor. Es una historia de amor sobre ruedas. 

Y es también la narración verídica sobre el arte de equilibrar una Harley Davidson y balancear las diversas cosas que nos pasan en la vida.

Juntos hacen una pareja intrépida, son el uno para el otro: ella es una mujer muy guapa, rubia natural y dueña de unos enormes  ojos verdes, color esmeralda. 

Él es un hombre disciplinado, amante del ejercicio, que destina sus horas libres de jubilado a fotografiar a su pareja, además de otras devociones que lo enaltecen como marido ejemplar.

Al amanecer, haga frío o calor, abrochan sus cascos, montan la Harley Davidson, Ultra Glide, motor 1450 CM3 cromado, y conducen solos o en grupo por la carretera. 

Han rodado casi todos los caminos del desierto mexicano y las montañas rocosas del norte de Estados Unidos. 

Lo que cuenta para ellos es la travesía. Rodar y rodar. 

Y saber equilibrar la Harley, lo mismo al entrar en una curva amplia con el manillar bien sujeto o rectificando la máquina luego de un quiebre del concreto hidráulico.

Es una pareja amante de la velocidad, con todo y la incomodidad que ella tiene de inyectarse insulina. 

Lo ha hecho por años, cuidadosa en extremo porque es nutrióloga y sabe balancear los químicos de su cuerpo hasta dar con el punto exacto que le pide su salud.

A veces la diabetes juega malas pasadas: a pesar del balance inducido, caen los niveles de azúcar por debajo de 50 mg. 

Si ella está despierta, el riesgo es menor: lo detecta por sí misma con la sudoración, la sequedad de su boca y los temblores sucesivos.

Comer una barra de chocolate resuelve la pequeña crisis. 

Pero cuando ella está dormida, y de pronto la glucosa se agota, surgen los verdaderos problemas. 

Entonces mi amigo el motociclista entra al quite, y como en los cuentos de niños, salva a su amada de los riesgos y amenazas. 

Mi amigo es un caballero andante que usa rugiente motocicleta en vez de brioso corcel. 

Mis amigos motociclistas han adquirido como pareja la sabiduría práctica para equilibrar su Harley Davidson. 

Así balancean su relación sentimental con el ánimo y fortaleza para exprimir juntos, hasta la última gota, los placeres de su existencia.

La Harley es el símbolo del amor. Y une corazones. Por eso otra pareja de amigos pensaron ponerle a sus hijos mellizos Harley y Davison. 

Se trata de un plan metódico, maléficamete urdido para amarse intensamente y de orden riguroso que se aplican en sus viajes y en su vida diaria, inspirados en su mutuo amor. 

Es también el ejemplo que nos dan Edith y Rubén, una pareja a quien queremos tanto su grupo de amigos viajeros.

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