La panoplia propheticus de las campañas

Paco Villarreal

Uno de mis autores favoritos, Frank Herbert, habla en algún lugar de su saga de Dune, acerca de planes que encubren otros planes. También en la misma obra, hay un gremio que, entre otras cosas, siembra mitos (la Panoplia Propheticus) para que luego, siglos después, sean aprovechados por el propio gremio, algo así como una profecía que luego se encargan de cumplir a conveniencia. Missionaria Protectiva, le llama. Se trata de una obra de Ciencia Ficción, pero hay muchas correspondencias con la realidad y, sobre todo, con el comportamiento de la sociedad, sus esperanzas, sus debilidades, su fe, su pereza para el razonamiento, sus prejuicios.

En el México de hoy, el real, no tenemos profecías ni profetas del calibre de los de Herbert. Ni siquiera creemos demasiado en el Apocalipsis de Juan. La comunidad cristiana podrá leer alguna vez a los grandes profetas bíblicos, pero, si es que les cree, los limita a su tiempo y no los deja ir más allá (o más acá) de los Evangelios. No tenemos más profecías que el horóscopo, ni más fe que la de justificar sus errores, que son los nuestros.

Sobre este lecho de rosas candentes se sostiene la estrategia política mexicana. Confían en nuestra pereza, y en la decisión que nos representa el menor desgaste intelectual: el albur. Y cuando se nos regalaron más opciones ideológicas vía partidos políticos, el plan tenía otro plan dentro: atomizar los institutos políticos, no la política. Así que en el fondo de esta confusión seguimos en esa víbora de la mar donde todo se resume a elegir entre melón y sandía. Como siempre.

Pero hay quienes, como León-O, pretenden ver “más allá de lo evidente”, destripar los hechos políticos y exhibirlos. Y admiro en verdad a los columnistas-analistas políticos. Los de veras, porque los más son meros resonadores de consignas, o prestidigitadores de trascendidos. Los buenos sí tienen la paciencia y el tiempo como para investigar, analizar y concluir sobre las causas y consecuencias de cualquier hecho político. Son algo así como las pitonisas de Delfos: sentenciosos, profundos y… ambiguos. Sus aciertos son muchas veces circunstanciales, porque al describir un futuro, dan a sus actores la oportunidad de confirmarlo, pero, además, la de cambiarlo. Evidentemente, esto se convierte en un juego mental que sorprende al ciudadano común, y lo confunde todavía más. Serían como una versión muy rústica de la Missionaria Protectiva de Herbert.

Por ejemplo, me divirtieron mucho las recientes “denuncias” del presidente López contra la mentada “Tarjeta Rosa” municipal llevada a la campaña de Adrián de la Garza. He leído un montón de columnistas hablando de eso y conjeturando motivos con tanta precisión como la de la trayectoria del cohete chino loco (que al final “sonó bofo” como amenaza y se hundió pacíficamente en el océano). Yo no sé si el Presidente midió las consecuencias de sus señalamientos. Pero a mí me da la impresión de que sólo le dio un empujón al tablero del juego y movió todas las piezas. Ahora, en el INE se puso en evidencia que no se ha procedido contra denuncias que ya existen por esa tarjeta, o no se ha aclarado satisfactoriamente por qué sí está permitida (en el supuesto que lo esté).

De ribete, se puso en entredicho la credibilidad de un medio de comunicación (El Norte/Reforma), sobre su papel en los procesos electorales, por lo menos en Nuevo León. Para rematar, ahora tenemos a dos candidatos (De la Garza y Larrazabal) que acusan a Samuel de ser el candidato del presidente López; a Samuel negando que lo sea; y a Clara asumiendo que ella, no Samuel, es la candidata del Presidente. Si no se estuvieran jugando seis años del futuro de los nuevoleoneses, esto sería bastante cómico. No entraré en detalles de lo que los analistas políticos han deducido de todo este lío, y algunos son bastante convincentes, pero aunque sacudan a los estrategas políticos, el público sólo mira con ojos de plato. Así sean de lo más verosímiles, no es ahí donde se determinará el rumbo de las elecciones. Y eso, creo yo, el Presidente lo sabe.

Todo surge de un declive artificial de la candidata afín al Presidente (y eso no significa necesariamente que sea su candidata, o que si lo es, pueda dejar de serlo). Artificial porque no dependió de su proyecto sino de una acusación a destiempo, un video absurdo y una reacción tonta. Además, por la reiteración de encuestas que favorecen al candidato emecista, y que si empezaron como falsas pueden, a fuerza de repetir el engaño, llegar a convertirse en reales (Panoplia Propheticus, descarada pero inteligente). Porque son de hecho parte vital de las campañas de promoción electoral, aunque INE y TEPJF se hagan patos y volteen hacia otro lado. Ahora la manzana de la discordia es “el candidato o candidata del presidente”. Los señalamientos de Adrián y Fernando no son contra Clara, sino que intentan rasurarle simpatías a Samuel (de por sí imberbe, el pobre). De creer eso, jóvenes chidos, clasemedieros pretenciosos, y toda esa flora y fauna que no es militante de MC sino fanáticos de la imagen mediatizada de su candidato, no tardarían en tirar la naranja y chuparse el limón agrio del PAN, del PRI, o de esa entidad mitológica que llaman PRD. Clara, asumiéndose por fin como morenista-presidencial, no ganaría un voto de esos. Su campaña se concentraría en las calles y su interlocutor serían los electores, mientras Adrián y Samuel, seguirían repartiéndose tortazos y, en un descuido, también recibiéndolos desde el INE o desde la FGR.

Pero, ¡tranquilos!, esto no es más que pura especulación. Son sólo posibilidades verosímiles. El Presidente tal vez contempló alguna o todas ellas, pero creo que sabe que la decisión final sobre un candidato no tiene qué ver tanto con sus propuestas. Pocos votaron por la 4T, la mayoría votó sólo por López. En México, los candidatos convencen o decepcionan una vez electos, no en campaña. La Panoplia Propheticus de López, creo que es más elemental, mucho más sencilla: la percepción pública. Así ha llevado a los candidatos y funcionarios a atacar defendiéndose o a defenderse atacando. No defienden un proyecto o una ideología sino su propia imagen. Eso mismo cimbró la campaña de Clara y todavía falta ver si no cae otra vez en el mismo error.

Para los pobres electores que debemos ser testigos de estos tristes espectáculos, el mensaje no es difícil de entender. La percepción de un candidato que defiende con tanto empeño su imagen pública, sólo prefigura un funcionario público que se seguirá defendiendo sus intereses con igual ferocidad, no los de los ciudadanos… e incluso en contra ellos (don Lorenzo, por ejemplo).

Aunque tampoco es para alarmar a los war rooms de los candidatos. Al final, lo dije antes, los ciudadanos votamos normalmente al amparo de la ley del menor esfuerzo intelectual. Y como la Missionaria Protectiva desplegada contra este régimen no ha cumplido aún una sola profecía de su apocalíptica Panoplia Propheticus, ningún candidato se perfila como mesías… afortunadamente. Hay que recordar que ese “mesías tropical” que tenemos no es un mito sembrado por él sino por sus enemigos. Él, astutamente, sólo cumplió la profecía.

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