La venta de niñas

Oscar Tamez Rodríguez

El titular del ejecutivo acudió el fin de semana a Guerrero, ahí le preguntan por el vergonzante caso de la venta de niñas en el sureste mexicano, en particular en Guerrero; la respuesta fue que el asunto es una excepción en la región y él no fue a hablar de eso.

Como jefe del Estado y las instituciones mexicanas, es su deber atender cualquier problema relacionado a la violación de los derechos humanos, sobre todo cuando estas violaciones implican a mujeres y menores de edad.

Resulta lastimoso que un servidor público en ejercicio de sus funciones se niegue atender a cualquier ciudadano, con mayor razón a quien, desde los medios de comunicación, ejerce la opinión pública.

Los medios no son dueños de la opinión pública, pero con frecuencia la representan porque responden sus notas a la percepción de los temas que pueden resultar de interés a ese ente sin forma, pero vivo, llamado opinión pública.

El mandatario acudió a placearse con la hija del político acusado de violaciones, Félix Salgado, a darle el espaldarazo a la actual gobernadora Salgado, eso es válido y entendible en la política.

Lo que no resulta explicable es que se obtenga una respuesta frívola y desinteresada frente a un tema de la magnitud y sensibilidad que representa la trata o venta de menores en la región.

Recuerdo que, en 1994, un militar en retiro (de quien olvido su nombre) con quien compartía un programa de fomento a la lectura denominado Rincones de Lectura, comentaba que en Chiapas y otras regiones del sureste mexicano como Oaxaca y Guerrero, existía aún la venta de niñas entre 12 y 16 años.

Las madres y padres eran quienes vendían a las menores de edad, platicaba que lo hacían por un cartón de cervezas, por una cabra, un borrego, una marrana o cualquier otro producto de menor valor como los mencionados.

Era y por lo que leo recientemente en los medios, sigue siendo en el siglo XXI, una práctica recurrente. Son de los llamados usos y costumbres que tanto defienden algunos pro indigenistas o a favor del multiculturalismo en los pueblos originarios.

Con responder que no iba a ver eso porque no es la regla en Guerrero, evade el mandatario hablar del tema, como si una sola víctima de esa trata no valiera la atención del mandatario y el país entero, como si una vida o dos o tres fueran cosa menor.

La trata sigue presente en México, nos escandalice o no el tema, así hagamos como el mandatario quien cierra los ojos para no ver, creyendo que con ello se acaba el problema.

Tenemos trata en las fronteras, donde se explota sexualmente a mujeres y hombres por parte de la delincuencia organizada, existe esta otra, la de usos y costumbres donde a cambio de un cartón de cervezas o una vaca, los progenitores entregan en matrimonio a una hija menor de edad.

Que sea común en esas comunidades del sureste no significa que sea correcto, legal o aceptable, tampoco implica que se cierren los ojos afirmando que son casos aislados.

Por supuesto son casos aislados y por eso se denuncian, como casos aislados deben ser la corrupción, los homicidios, la violencia por narcotráfico, el robo a las casas habitación, incluso, el hambre y la miseria deberían ser casos aislados, no la normalidad.

Porque son casos aislados sabemos que son ilegales, cuando se normalicen seguro habrá sesudos quienes legislen en su favor, como sucede con otros asuntos como el consumo lúdico de la mariguana que se normaliza por popular.

Fuera a lo que haya ido, las menores víctimas de la trata por parte de sus padres o tutores no merecen la indiferencia del jefe del Estado mexicano.

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