Negociaciones secretas de Samuel García con el gobernador de Texas

Eloy Garza González

Samuel García tuvo una muy buena idea al negociar con su homólogo Greg Abbott (64 años), una salida conciliadora a la medida del gobernador texano de detener el transporte de carga en la frontera entre los dos países. 

Sin ese punto de acuerdo de Samuel, que días después replicaron los demás gobernadores fronterizos, las pérdidas para las empresas binacionales hubieran triplicado los 45 millones de dólares ya arrojados al caño en apenas un par de semanas. 

Según Abbott, se trataba de evitar que migrantes entraran escondidos en los contenedores de los camiones a territorio norteamericano. En realidad, la medida tenía fines electorales. 

El próximo noviembre, Abbott se juega su reelección como gobernante republicano y tiene que instrumentar medidas populistas para garantizar su estancia en el gobierno texano. 

Las propuestas antiinmigrantes de Abbott no son nuevas; son parte de su ideario de campaña, pero esta reciente medida sí afectaba las relaciones comerciales en proporciones mayúsculas. 

A don Greg se le estaba pasando la mano, y era una respuesta extremista al anuncio de Joe Biden de eliminar el Título 42, una regla que impuso el ex Presidente Trump para deportar de inmediato a migrantes. 

Las opciones que teníamos de lado mexicano eran dos: o litigar mediáticamente la medida, protestando enérgicamente con consignas nacionalistas y proclamas incendiarias, o sentarse a negociar con la contraparte. 

El Presidente López Obrador, muy a su estilo, había decidido la primera opción y acusó a Abbott de “estar metido en politiquería, incluso violando el derecho internacional

Samuel García decidió la segunda opción y le funcionó tan bien, que frenó la hemorragia de millones de dólares tirados al caño, así como cientos de toneladas de productos perecederos echados a perder y una disputa de reclamos incendiarios que hubieran conducido a empeorar las relaciones entre los dos países vecinos, ya de por sí empantanada en los últimos 14 meses a causa de la iniciativa de reforma constitucional sobre electricidad que quiso emprender el Presidente López Obrador. 

Curiosamente, en el caso de los camiones varados en la frontera, el gobierno federal no había intervenido. Si acaso, profirió alguna declaración airada aquí y allá, apelando al abuso “inhumano” del gobierno de Texas. 

¿Ponía en riesgo está medida el TMEC? Sin duda alguna. Era una ofensiva que pegaba directo en la línea de flotación de las relaciones bilaterales. Por cierto, Marcelo Ebrard extrañamente no abrió la boca en esta ocasión. 

Y mis lectores se preguntarán: ¿hizo bien Samuel ofreciendo revisar del lado mexicano los camiones que pasan por la frontera de Colombia? Sí. Y les explicaré por qué. 

Por un lado, mejoró el tránsito vehicular en la única aduana internacional que tenemos en Nuevo León. 

Por el otro lado, demostró un notable talanto pragmático que sabe reconocer Abbott, un político de la vieja guardia, portavoz del llamado Tea Party, que yo he seguido desde hace muchos años con una mezcla de fascinación y recelo y cuyo perfil incluí en mi libro “El cerebro de Donald Trump” que publiqué en 2017, con gran éxito de ventas. 

Se acepte o no, Samuel resolvió el freno del comercio de industrias como la automotriz, por ejemplo, ya de por sí en crisis por falta de chips para computadoras de vehículos, y la exportación de aguacates mexicanos, ya de por sí sometidos a injustas sanciones agrícolas. 

Abbott finalmente reculó y el punto de acuerdo que le propuso Samuel lo replicaron al pie de la letra los demás estados fronterizos. El último fue Tamaulipas. 

De no habérsele prendido el foco a Samuel, pudo haber avanzado el deterioro de las relaciones bilaterales y las pérdidas económicas hubieran sido incalculables. 

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