¿Pausa diplomática contra la Madre Patria?

Eloy Garza González 

En su Mañanera de ayer, AMLO pidió una pausa en las relaciones diplomáticas entre México y España. Se trata de una petición que en la práctica es un galimatías. O como diría San Juan de la Cruz: fue un “no sé qué que queda balbuciendo”. 

En la diplomacia no existe el término “pausa”. Por ejemplo, México no reconoció el régimen de Francisco Franco y canceló relaciones diplomáticas durante varias décadas. Esa cancelación es lo más cercano a una pausa diplomática.  

Sin embargo, casi siempre la política internacional jala para un lado y las relaciones comerciales jalan para el otro. El comercio no se detiene nunca. Aunque así lo quiera AMLO. 

Sin que se reconociera el gobierno de Franco, por ejemplo, muchas empresas mexicanas se afincaron en España y viceversa. 

En los pueblos de México se despreciaba al tendero gachupín, pero nadie dejaba de comprarle las viandas; se hacían chistes de gallegos, pero muchos empresarios de Galicia hicieron fortuna en nuestro país con negocios de ultramarinos. 

Incluso durante la dictadura de Franco, el jugoso negocio del boom de la novela  latinoamericana (que no era más que un negocio editorial), volvió millonarios a muchos emprendedores; otra forma de denominar a García Márquez, Vargas Llosa y al mexicano Carlos Fuentes. 

Sin descartar a emprendedores españoles como la agente literaria catalana Carmen Balcells quien igual se hizo millonaria mercadeando escritores como si fuera puja de futbolistas, con eficaces etiquetas de marketing como esa paparruchada de “realismo mágico”. 

Sin embargo, AMLO se olvida que el comercio es un juego de damas chinas. Los gobiernos ponen el tablero, los negocios son las fichas y cada jugador pierde o gana según mueva sus  fichas. 

AMLO dice que hará una pausa al juego de las damas chinas. “Es que vamos perdiendo”, alega el mandatario. “Y sospecho trampa del dueño del tablero”. 

Le recordaré una anécdota histórica a nuestro mandatario. Lázaro Cárdenas aceptó traer a los exiliados españoles. 

Llegó a México lo más granado de la intelectualidad republicana, desterrados de su propio país, de donde hubieran llegado también los poetas Miguel Hernández y Federico García Lorca, si al primero no lo hubiera sorprendido la muerte en la prisión y al segundo no lo hubieran fusilado. 

En fin, resultó que los exiliados españoles comenzaron a permear en las instituciones culturales. Tanto en la UNAM como en la Casa de España en México, que luego se volvió El Colegio de México. 

En aquel entonces había dos grupos culturales contrapuestos: los nacionalistas y el grupo de los Contemporáneos. Ambos grupos se odiaban mutuamente pero coincidían en un punto: sentían que los exiliados republicanos les quitaban espacio en la academia y en la bohemia. Eso de “espacios” era un eufemismo de sueldos y prebendas. 

Incluso el poeta Xavier Villaurrutia, de Los Contemporáneos, se quejó amargamente en un artículo del “comercio desleal y logrón del malinchismo”. 

En su presidencia, a Plutarco Elías Calles no le gustaba hacer tratos con españoles. Después, el Presidente Lázaro Cárdenas, en cambio, se rodeó de amigos republicanos españoles. No se si hizo negocio con ellos, pero dicen que la amistad es el mejor de los negocios. 

Irónicamente a AMLO no le cae bien Lázaro Cárdenas como figura histórica y sospecho que le gustaría ser mejor Calles con todo y maximato. 

Por supuesto: no olvidemos que a Calles no lo exilió de México la derecha sino su heredero Cárdenas, que provenía de su mismo redil.

¿Quién será el nuevo Cárdenas que exilie al actual Calles? ¿Alguien de su mismo redil? Podría ser. 

Pero basta recordar que la lucha por el poder no se detiene jamás, no admite pausas, como tampoco existe en la diplomacia la pausa. Y menos en el comercio global (España tiene invertido en México 78,000 mdd). 

Esa proclama de Miguel Hidalgo de “somos perdidos, aquí no hay más recurso que ir a coger gachupines” quedó ya en el olvido. Sólo aplica para los Gritos del 15 de Septiembre. Mientras, sigamos moviendo nuestras fichas en el juego eterno de las damas chinas. 

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