Ricardo Monreal, Olga Sánchez Cordero y Bucareli

Eloy Garza González 

Hace muchos años me invitaron a una cena en Monterrey con el politólogo Michelangelo Bovero, discípulo de Norberto Bobbio. 

Bovero era el politólogo de moda en aquel entonces y el gobierno mexicano lo contrataba seguido para que echara sus speech sobre la transición democrática (término que también estaba de moda). 

Eran los años en que se estudiaba cómo hacer un instituto electoral autónomo. Hoy se estudia cómo deshacerlo. 

En la sobremesa la plática se desvió a los temas parlamentarios. Bovero había estudiado a fondo el Congreso mexicano y opinaba que por desgracia el debate político en México se había salido de las cámaras para ventilarse en los medios de comunicación. “Aquí, el ejercicio parlamentario tiene lugar afuera de la esfera legislativa”.

Que el debate legislativo se salga del recinto oficial para ventilarse en la calle tiene sus pros y sus contras. Es un defecto en el Congreso mexicano y también en el italiano. Hasta la fecha. 

Entre sus ventajas está poder “cocinar” con holgada anticipación la agenda legislativa. El finado senador norteamericano Ted Kennedy (hermano de John), solía decir que “quien controla la agenda controla el Congreso”. 

Pero un problema para el partido Morena estriba en que todo, sin excepción, quiere legislarlo antes en Twitter y demás redes sociales. 

Ese es un hábito que tiene, especialmente, el senador Ricardo Monreal, aunque ahora tiene su contrapeso con la senadora Olga Sánchez Cordero.  

El ambiente se vuelve polarizante porque las redes te obligan, por principio, a polarizar. Si no exageras, no te viralizas. 

Hace muchas décadas, el escritor Martín Luis Guzmán puso de moda en el senado (y en su obra novelística) la palabra “madruguete”. Al que madruga Dios le ayuda. Monreal suele dar madruguetes en el Senado.

Eso está cambiando con Adán Augusto López Hernández, quien ahora despacha en la Secretaría de Gobernación y es la correa de transmisión del Presidente López Obrador. 

Otro defecto de llevarse el debate fuera de la tribuna legislativa estriba en lo que yo he definido como “mancillar al legislador-clave que marca la diferencia”, lo cual consiste en seducirlo por varios medios, sobre todo el económico. Y no solo para cambiar su voto a la mera hora, sino para que se pelee en Twitter. 

Esta práctica es muy frecuente en México y aplica para  diputados y senadores de los partidos bisagra, o sea, de los partidos chiquitos. 

Bovero también decía en aquella cena en Monterrey a la que asistí que un Presidente mexicano se fortalece “cuando se hace notar con iniciativas”. 

Pero AMLO no necesita imponerse en la agenda del Congreso porque las impone en sus mañaneras. Todos los días. Así de plano. Y todo el mundo lo sabe. 

Ricardo Monreal hace lo que le ordena el Presidente, menos cuando hay intereses contrapuestos entre él, Sánchez Cordero y el Secretario de Gobernación. 

Que el debate parlamentario se filtre a las redes antes que a las comisiones respectivas también tiene el problema de que un senador bien fogueado y de colmillo retorcido, como Monreal, opere no para cabildear la agenda de AMLO sino para operar la suya propia, en singular.  

O la que le vaya dictando desde su trinchera Marcelo Ebrard.

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