Salud, duelos y quebrantos de Presidentes de México

Eloy Garza González 

Los mandatarios son seres humanos. Por ende, se enferman. Sin embargo, a diferencia del común de los mortales, el expediente clínico de los Jefes de Estado no puede ser privado. Es de interés público. La intervención quirúrgica del Presidente de México es un asunto que nos compete a todos. 

La forma como se comunica una dolencia del mandatario en turno, varía según la personalidad de cada titular del Ejecutivo. A veces, el comportamiento entre uno y otro es antagónico. A Adolfo Ruiz Cortines le encantaba dar a entender que era un viejo achacoso (y eso que tenía poco más de 50 años cuando llegó a Los Pinos), pero en realidad sufría una “mala salud de hierro”.

Adolfo López Mateos, en cambio, a quien le encantaba contonearse como un don Juan saludable y jovial, en realidad sufría unas migrañas espantosas (derivadas quizá de un macanazo que le propinaron en su época de rebelde vasconcelista), y devoraba puñados de aspirinas como si fueran caramelos. Apenas se quitó la banda presidencial y el pobre cayó en estado vegetativo, a causa de sucesivos aneurismas. 

Gustavo Díaz Ordaz, pendenciero pero sistemático, padeció durante su reinado (perdón quise decir durante su gestión), de dolores abdominales que lo llevaron en dos ocasiones a la mesa quirúrgica.

Nunca aceptó que se ventilaran ante la opinión pública sus contrariedades de salud, aunque las describió a detalle en sus memorias. Sin embargo, sus descendientes no han querido revelar este texto fundamental para entender la mentalidad de Díaz Ordaz quien murió finalmente de un cáncer de colon. 

De Luis Echeverría prefiero saltarme sus dolencias físicas como mandatario, porque tal parece que no tuvo ninguna y nos ha dejado bien demostrando a seguidores y adversarios que es un ser diabólicamente eterno. Hasta Chabelo le hace los mandados. 

José López Portillo fue anotando unos diarios sobre sus vivencias como Presidente que luego publicó en en dos gigantescos tomos titulados humildemente “Mis tiempos”. Yo leí completo el libro (y me costó mis tiempos y mis bostezos), pero JoLoPo no se tomó la molestia en ningún renglón de señalar la mínima molestia física. Quizá por la vanidad de no quedar mal dando su rosa y su luz a la alegría.

Miguel de la Madrid sí era un tanto hipocondríaco, a diferencia de Salinas de Gortari que hizo del cardio una política pública y de Zedillo su peor dolor de cabeza. 

Por cierto don Ernesto hacía ciclismo de montaña, así que en vez de usar la ciclovía de San Pedro se hubiera trepado a la Sierra Madre con el riesgo latente de que se lo comiera un oso. 

Vicente Fox es muy madrugador (me contaba don Luis H. Álvarez que la primera vez que lo vio fue con un azadón en las manos) pero como buen ranchero ve el deporte con relativa suspicacia. 

Durante su presidencia tuvo que ser operado de urgencia de una hernia discal y quizá de ahí se volvió afecto a los estabilizadores de ánimo con los que ahora espera hacer negocio junto con Roberto Palazuelos (¿próximo gobernador de Cantina Roo?). 

Felipe Calderón llegó joven a Los Pinos y en temas de salud cortaba su margarita diariamente. Nunca se supo de enfermedades que lo llevaran al quirófano. A Enrique Peña Nieto sí le metieron bisturí en un par de ocasiones y a veces lucia muy desmejorado. Pero ahora ya es modelo y se disfraza de chavo ruco en los restaurantes de Nueva York. 

El Presidente Andrés Manuel López Obrador dio positivo dos veces al Covid y es sabido que sufrió un infarto antes de ponerse la banda presidencial. Antier nos informaron que fue sometido a un cateterismo cardiaco. 

Mañana les cuento qué pasó en realidad y cual fue el desempeño de la comunicación institucional en este hecho clínico, para no hablar a partir de puras corazonadas.

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