San Pedro: ¿en este pueblo no hay ladrones?

Eloy Garza González 

Dicen que la semana pasada fue una de las peores para la administración de Miguel Treviño en San Pedro. Bueno… también para los sampetrinos. 

Un guardia de seguridad mata a un chofer en la propia casa de sus patrones. 

Un niño acribillado en un vehículo. 

Familias de un día para otro sin sus hogares (porque se las expropió el ayuntamiento). 

Pleitos con burócratas despedidos. 

Asalto a mano armada en un banco, sobre Avenida Vasconcelos con robo a un particular de $2 millones de pesos. 

Luego, la revelación escandalosa: una decena de policías municipales detenidos por secuestro (¿solamente son ellos los únicos culpables?). 

Se dice que en realidad son varios vecinos secuestrados, pero el número exacto nunca lo sabremos. 

¿Por qué? Simple: cuando a alguien se le priva de su libertad, violentamente, ni la víctima ni sus familiares suelen denunciar el delito. 

Hay miedo a las posibles represalias. 

Como en el célebre cuento de Gabriel García Márquez, los sampetrinos alardean: “en este pueblo no hay ladrones”. Ni crimen organizado. Ni crímenes impunes. 

Y si lo hay, se les detiene rapidito, casi al instante, porque San Pedro es “el municipio modelo de México”. 

¿Entonces? ¿Qué pasó? 

¿En qué quedamos? 

¿Se soltaron los demonios en San Pedro? No. La explicación no tiene nada de sobrenatural. 

Ningún alcalde, gobernador o Presidente de la República está exento de una crisis de gobernabilidad a lo largo de su mandato. 

A todos les pasa, sin excepción. 

El problema es cuando por dolo u omisión, el gobernante no percibe (anticipándolo) que una o varias crisis le tronarán próximamente entre las manos. 

Más que a la prevención, los gobernantes apelan erróneamente al control de daños. 

Pero a veces, el control se hace a destiempo. O se interrumpe la comunicación con los vecinos. 

El gobernante en aprietos suele recurrir a tres máximas de la política mexicana que no son tan ciertas aunque apaciguan los nervios: 

1.- La gente olvida muy pronto las malas noticias. 

2.- Si se contrarrestan las críticas, se balancea el marcador. 

3.- Cúbrete un rato, hasta que pase la granizada. 

Puede ser que en alguna determinada crisis, funcione una o dos de estas tres máximas. 

O puede ser que en ciertos casos extremos, no jale ninguna. 

Lo que siempre funciona, eso sí, es la humildad, dar la cara ante los vecinos. 

Entonces el gobernante se tienta el corazón, se baja del templete y le dice a sus gobernantes: “¿saben qué? me equivoqué”. 

Eso humaniza al alcalde, al gobernador o al Presidente. 

Mañana les explicaré cuál es el verdadero problema en San Pedro Garza García. 

Y cómo podrían restaurar la tranquilidad perdida los vecinos de ese municipio. 

Nada más no se me enoje nadie de antemano. 

Analicemos la crisis con objetividad. 

Porque hay algo muy delicado qué contar.

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