Todos somos la gallina o el huevo

Hace siglos, don Macrobio Ambrosio escribió sobre un grupo de eruditos en una fiesta privada. Presumían su erudición hablando sobre lo que se les iba ocurriendo. Uno de ellos, don Evángelo, bastante provocador, lanzó una pregunta al simposio: “si vuestra sabiduría tiene callos, querría saber por vosotros quién fue primero, ¿la gallina o el huevo?” Los aludidos dieron argumentos brillantes, pero que no concluyeron la pregunta. Todavía es fecha de que los científicos se ocupan del tema, y los ignorantes como yo la usamos como ejemplo de razonamientos contradictorios e inútiles. En aquella reunión, el sabio don Disario aludió al culto de un dios latino donde se consideraba al huevo como un símbolo sagrado. El dios era Líber Pater, que entre otras gracias, amparaba la rebeldía de la plebe ante el poder y su derecho a gritonearles cualquier cosa a los nobles, educados, ricos y abusivos patricios romanos. Digamos que, en términos actuales, Líber Pater era también el dios del derecho a manifestarse y de la libertad de expresión.

Personalmente yo no encuentro la relación entre las gallinas, el sagrado huevo y estos derechos, como no sea por la posibilidad de arrojar huevos a los políticos o las ausentes características viriles de algunos periodistas contemporáneos. Pero Líber Pater no patrocinaba a periodistas. No los había. En la República Romana apenas si existían los Annales del colegio sacerdotal, el proto-periódico Acta Diurna y los heraldos, bajo el control del Senado. Es decir, la libertad de expresión era privilegio de la plebe, la raza… Y lo sigue siendo, porque la chusma argüendera grita y se manifiesta tenga o no razón; en cambio los medios se exceden o autocensuran, eso sí, con toda libertad.

Bajo esta óptica, tan chapuceramente clásica, quise abordar el debate nacional sobre el enfrentamiento del presidente López y los medios de comunicación. Parafraseando a don Evángelo, ¿qué fue primero, su ataque o su defensa? Es difícil despejar la incógnita, porque son términos que comúnmente se implican entre sí. A mí no me acaba de gustar que don Andrés use su investidura y su plataforma informativa oficial para burlarse o atacar a sus adversarios. Sigo creyendo que el desmentido oficial debe ser con argumentos sobrios sin matices ni adjetivos, y además con sus correspondientes datos duros y rigurosamente documentados. Eso es básicamente una nota periodística. Debe corresponder a la calidad de la “mañanera” como medio de comunicación. Debe ser una clase impecable de Comunicación.

Del otro lado están los medios “reaccionarios”. Un mal calificativo, porque desde antes de la llegada de don Andrés a la presidencia, no eran reaccionarios sino provocadores. Carlos Loret de Mola, que ahora se victimiza como mártir de la libertad de expresión, ha sido si no el principal, sí el más sistemático provocador. Y así medios, periodistas y columnistas de todos los calibres, han sostenido una disidencia golpista contra el gobierno mexicano.

Sí creo que ha sido un exceso publicar el sueldo de Carlos. El presunto periodista advierte que eso implica una amenaza a la seguridad suya y de su familia. Esa información era innecesaria, y es indigerible para la mayoría de los mexicanos quienes no podemos concebir un ingreso anual por encima de los cinco dígitos. Es relevante para el gremio periodístico, los periodistas reales que ni ganan esos sueldos, ni sueñan con ganarlos. Creo que el gremio comprueba que ese tipo de periodistas de escaparate son parte de una estrategia de marketing de las empresas mediáticas y de lobbies políticos y empresariales. Son instrumentos, invierten en ellos, los usan. ¿Queda claro que la “infantería” de prensa es la que pule la imagen de esos ídolos a cambio de un sueldo “modesto”, un gafete y la vergonzosamente útil “clave 20” del Código Mil?

Ahora que, divulgar su sueldo, ¿en verdad pone en peligro a Carlos y a su familia? Con ese sueldo, es de esperarse que desde hace mucho tomara sus precauciones. “Periodistas” de ese nivel (económico) no son inmunes a la delincuencia, pero no corren los riesgos de cualquier periodista menos “afortunado”. Por supuesto, los que sí corren muchos riesgos son aquellos ciudadanos a los que exhiben sin el menor escrúpulo, dando pormenores incluso de la ubicación y dimensiones de sus domicilios, como la nota sobre la casa donde vivió el hijo de don Andrés y en la que se sugiere pero no se demuestra ningún delito como no sea vivir bien. Me causa más sospechosismo el sueldo excesivo de un merolico frente a una cámara, un micrófono o un ordenador.

Como sea, Carlos ha reunido un considerable número de “likes” y una legión de internautas con problemas de identidad unidos bajo el hashtag TodosSomosLoret. ¡Voto a Líber Pater! ¡Qué bueno que han encontrado su identidad y la expresen y se manifiesten con tanta convicción! Pero eso de ninguna manera demuestra que este ídolo virtual sea un periodista, ni que tenga la mínima calidad ética para serlo, ni que se haya atentado contra su libertad de expresión. Eso es simple demagogia, que no sólo es un recurso de los políticos.

Todo este argüende sólo expone a un presidente más reactivo y agresivo cada vez. Tuvo mano dura para suprimir publicidad a muchos medios, pero mano gafa para evidenciarles sus mentiras y asumir sus verdades. Lo peor es que la reactividad de don Andrés lo condiciona a depender cada vez más de lo que hace y dice una oposición que, por su naturaleza y las evidencias, es capaz de cualquier infamia. En este “cheek-to-cheek”, los azorados ciudadanos estamos perdiendo la perspectiva de quién empezó este irritante ninguneo. Como no somos sabios, y no nos gusta perder el tiempo en paradojas, no nos importa si fue primero la gallina o el huevo; al final, con desidia irresponsable, optaremos por culpar a la figura más visible y concreta, y no será precisamente el presunto mártir del periodismo. Que es precisamente lo que han estado construyendo los patrones de la oposición.

Por cierto, si la información sobre el hijo del presidente se generó y emitió desde Estados Unidos, y si se refiere a un residente en Estados Unidos, ¿sería posible proceder legalmente de acuerdo a las leyes de ese país y dejar que sea la Justicia de allá la que determine si la nota es sólo una calumnia o de veras una investigación de fondo y bien sustentada? Porque la verdad es que en México ya hay demasiadas gallinas golonas cacareado por ese huevo.

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