Un gran libro que ya leyó Gabriel Boric, quizá leyó Samuel y no leyó AMLO

Eloy Garza González 

El domingo pasado presencié por más de una hora la rueda de prensa de Samuel García. Entiendo su decisión de crear un Nuevo León interconectado. Algo que yo llamaría una eco-metrópoli. Ayer expliqué en mi columna esta visión integral de Estado de Samuel que yo comparto. 

Memoricen mis lectores un concepto: el Estado emprendedor. Aquí radica la diferencia radical entre el gobierno federal y el gobierno estatal; entre Samuel García y Andrés Manuel López Obrador. Y lo principal: entre el clásico estatismo de AMLO y el nuevo estatismo de, por ejemplo,

Gabriel Boric. No todos los estatismos son iguales. 

Parto de la lectura de un libro que les recomiendo leer cuanto antes: “El Estado emprendedor” (RBA, Madrid, 2019) de la italiana Mariana Mazzucato. No se arrepentirán. Es el libro de cabecera del nuevo presidente de Chile, el joven Gabriel Boric; ignoro si ya lo leyó Samuel pero estoy seguro que no lo ha leído  López Obrador. 

Esto último me provoca gran desconcierto porque Mazzucato es una referente del progresismo moderno, por eso Boric lee cuanto libro publica Mariana apenas sale al mercado editorial. 

Mazzucato demuestra que el Estado debe asumir riesgos emprendedores. Un gobierno no puede limitarse a mantener sus paraestatales, sino que debe crear nuevos mercados, como las energías verdes, renovables. Más energía solar, eólica, y menos energía fósil. 

Mariana demuestra cómo el iPhone, las pantallas táctiles y hasta Siri fueron financiadas en un principio por el gobierno: el Pentágono en el caso de iPhone. Y muchas startups latinoamericanas fueron financiadas por el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social de Brasil (que promovió Lula da Silva) o por el Banco de Inversión Estatal alemán: KFW. 

El buen gobierno (cuya visión debe ser largoplacista) se compromete a interactuar con la iniciativa privada (cuya visión suele ser cortoplacista). ¿Cómo? No sólo regulando sino asumiendo riesgos que el sector privado no asumiría; creando entornos inteligentes, promoviendo patentes; una buena movilidad sostenible que de fluidez al traslado de capital humano (Copenhague, capital de Dinamarca, es la mejor ciudad verde por su inversión en transporte público y en América Latina tenemos la ciudad de  Curitiba en Brasil), aportando sin miedo capital de riesgo, incentivando a las clases medias, vinculando al gobierno con la tecnología verde, la innovación y el espíritu emprendedor. 

En Nuevo León, por ejemplo, se construirá una Línea 6 del Metro que en un futuro próximo podrá llevar rápidamente pasajeros del centro de Monterrey a Apodaca (eje industrial del norte de México gracias al alcalde César Garza) pero también al aeropuerto Mariano Escobedo; que desde un celular barato el usuario de transporte público pueda comprar un pasaje multimodal y que esté seguro en su integridad física durante todo sus traslados gracias a que el SINTRAM vinculará con cámaras el vagón o camión en donde va al C5. 

El Estado emprendedor de Mazzucato no es una utopía. Hizo crecer a Japón en la década de 1980 y a Corea del Sur en la de 1990. Podemos aplicarlo también en México, pero ya perdimos tres años con el o Tren Maya o con nuevas refinerías condenadas a ser elefantes blancos. 

AMLO no tiene un plan que garantice fondos públicos generadores de innovación emprendedora, amigable con el medio ambiente. Es muy peleonero. Y sólo una oposición tan mediocre y burda como él lo mantiene airoso. 

Mazzucato ofrece en su libro un marco de posibles reformas que debería operar cualquier Estado progresista para conseguir estas metas. Leo en sus mensajes que Gabriel Boric las contempla para su gestión presidencial en Chile, cuando afirma que la tecnología verde además de salvar al planeta, salva la economía de un país como Chile (o como México) si el sector público invierte en la infraestructura existente. 

Lo estamos haciendo a nivel local en Nuevo León (con excepción del tratamiento de residuos sólidos donde Simeprode va muy mal). Pero no basta con detonarlo en unas cuantas regiones de México. 

Mazzucato promueve la “economía verde”. En el gobierno federal predomina, en más de un sentido, la “economía negra”. ¿Estamos a tiempo para cambiar el negro por el verde? No con AMLO.  

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