¿Y qué tal si linchamos a Ebrad?

Paco Villarreal

Estaba yo viendo, por puro deporte, la mañanera del presidente López de este 4 de mayo. Hace mucho que no lo hacía. Sigue siendo una excelente calistenia mental para modelar mi paciencia y agudizar mi capacidad de deletrear. Con todo, las humoradas del ciudadano Presidente son bienvenidas, aunque sean tan reiterativas. No lo culpo, porque frente a una campaña opositora tan poco creativa, es difícil innovar en el gag correspondiente. Confirmo, eso sí, que el respetable público, o al menos una buena parte de él, es bastante bobo y se conforma con cualquier cosa; acepta a los peores cómicos hasta los escenarios más mediocres… las redes sociales, por ejemplo.

Esta vez no hubo demasiadas humoradas en la mañanera. La ocasión no lo permitía. La tragedia del accidente en la Línea 12 del Metro no daba mucho margen. Eso sí, en su momento, el Presidente, en ejercicio de su derecho para aburrirnos mortalmente con obviedades, lamentó por enésima vez la calidad del periodismo que, para variar, asimila al “conservadurismo” que, por cierto, de tan conservado huele más bien a rancio. Afortunadamente no puso como ejemplo a la pareja cómica de costumbre, Loret y Brozo, el payaso y el actor panfletarios. Ahora fue Raymundo Riva Palacio, y una columna que no vale la pena ni comentar. Disfrutable si acaso para esa legión de alunados que creen hacer causa común contra un gobierno, pero son tan bobos que no comprenden la verdadera causa de su causa.

Para esas horas de la mañana ya había leído yo por lo menos una columna de una mujer, ex asesora de la presidencia de Zedillo y del “güero” Castañeda, que recogía las piedritas del accidente en el Metro para lanzarlas, con las ínfulas de un hondero pastor bíblico, contra el presunto delfín de la 4T, el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard. Y como había bastantes piedritas, no omitió desparramarlas hacia todo el régimen. Con una pericia de que envidiarían un ingeniero civil y un magistrado, dictaminó de inmediato causas y culpables del accidente.
Para entonces ya circulaba el clásico ¿meme? que le recordaba al respetable público de las redes sociales que quienes construyeron la Línea 12 del Metro en CDMX, ahora construyen un aeropuerto, una refinería y unas vías de tren. Es verdad que la construcción de esa línea está plagada de muchas cosas cuestionables, hay incluso funcionarios inhabilitados si no es que también bajo proceso. Pero, que yo recuerde, no vi a Ebrard batiendo mezcla en Dos Bocas, ni a López Obrador desmontando en Santa Lucía, ni a Sheinbaum acarreando gravilla para el Tren Maya. Sí vi, por ejemplo, algunas fotos de Miguel Ángel Macera supervisando la rehabilitación de la línea ahora siniestrada. Lo que me lleva a concluir que no fueron funcionarios de Morena los que construyeron y dieron “mantenimiento” a esa línea, sino del PRD (Ebrard incluido), esa mancha amarillenta en las coaliciones del PRI y el PAN. Y habría que revisar la responsabilidad de CCICSA e ICA, que creo que sí fueron requeridos entonces para esa Línea y ahora para alguna obra federal. Eso sí, la doctora Sheinbaum tiene que revisar 3 años de su gobierno y las razones por las que la construcción y el mantenimiento perredistas acabaron en un colapso bajo su gobierno morenista. Y sin omisiones (“no mentir, no traicionar”).

El caso es que, a la indignación que despierta una tragedia como esa, se suma oportunamente el periodismo ese que, por consigna o por interés, detesta al Presidente, y que el Presidente detesta, y que yo mismo detesto. Periodismo carroñero que es perfectamente capaz de demostrar sin lugar a dudas que Andrés Manuel, o cualquiera de sus funcionarios, son los culpables de la crisis epidémica en la India, de la derrota de la izquierda en España, o del peligro de extinción de los osos polares.

Claro está que un accidente como este tendrá repercusiones políticas por sí mismo, sin necesidad de que comediantes improvisados traten de inducirlas en las redes sociales o desde columnas. Todo lo relativo a la función pública, desde un catarro de López-Gatell hasta un parto en campaña, tiene repercusiones políticas.

Por lo pronto, el horror no murió en el accidente. Está vivo y la labor del verdadero periodista es tratar de contenerlo. No es fácil hacerlo, porque las emociones son intensas y pueden desbordarse en cualquier momento. Esa emoción exige urgente e irracionalmente culpables y castigos. Esa es la semilla del linchamiento. Y es muy peligroso liberar esas semillas en un terreno que se ha estado abonando sistemáticamente durante varios años con muchas burlas, muchas mentiras, y uno que otro argumento consistente de vez en cuando. Argumentos valiosos que, por desgracia, se pierden o se desvirtúan entre las burlas y las mentiras.

Finalmente me causa bastante extrañeza que, en tanto desde redes sociales, columnas y medios convencionales, se apuran por ponerle nombres y apellidos a los culpables de ese terrible accidente; en otro ámbito, donde ya hay un presunto delincuente identificado, acusado y hasta desaforado, desde esos mismos espacios se le exonera sin pruebas y hasta se le intenta proteger de la justicia, que sería la instancia adecuada para decidir culpas, castigos e inocencias.
¿Será que no se confía en la Justicia? Sí, esa que tanto incomoda al Presidente y que absolvió por un delito al “Güero Palma”.

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