Una novela de narcos sobre el México actual
Eloy Garza González
Me sorprende que la novela más cautivante del sexenio de López Obrador no la escriba un mexicano ni aparezca en ninguna lista de votación de los mejores libros publicados este año.
Se trata de El Cártel, del novelista norteamericano Don Winslow (1953). Sus lectores ya habíamos quedado magnetizados por El Poder del Perro (2009), una obra que hurga en los inicios de la actual descomposición social, a partir de la eclosión del crimen organizado en los años 80, antes de la política de los abrazos, ni balazos.
En El Cártel regresa el mismo agente de la DEA, Art Keller, una especie de anarquista benévolo, refugiado en una vida ascética en un monasterio de Nuevo México, dedicado a la apicultura. ¿Se esconde de sus enemigos o expía sus culpas? Serán cientos de páginas las que respondan esta interrogante.
Que ningún lector espere literatura de altos vuelos en las aventuras de Art Keller en contra de los cárteles mexicanos de la droga. Tampoco verá en esta novela propaganda en favor de la DEA o la CIA. Winslow es un autor políticamente incorrecto.
Lo mismo muestra que las agencias del gobierno de EUA están anulados para luchar en contra de los capos o de cualquier otro enemigo público de su país, como confirma que el crimen organizado ha corrompido a los más encumbrados funcionarios del gobierno federal.
Pero el verdadero protagonista de esta novela es el poderoso líder de La Federación. Un personaje profundo, controvertido, dueño de una moral que lo induce a respetar acuerdos y lealtades y a no caer en violencia gratuita, pero que en otras épocas ha ordenado la muerte de menores de edad, sin el mínimo titubeo. Adán Barrera es un hombre de apariencia anodina, cuidadoso en las formas, sutil en sus buenos momentos pero despiadado en su intento por arrasar con todo lo que obstruya su negocio de venta de drogas. Y tiene como principal meta aniquilar a su peor enemigo: Art Keller.
Los dos comienzan su persecución mutua en la reclusión: uno desde un monasterio, otro desde la prisión de Puente Grande. Los grados de tensión y dramatismo crecerán con cada capítulo y se saldrán de control en paralelo a los hechos históricos recientes de México.
A veces la trama se convierte en un juego de ajedrez, a veces en una carnicería. Será fácil para cualquier lector mexicano identificar los verdaderos nombres detrás de los políticos, narcotraficantes y policías de ficción que pueblan la novela de Winslow.
Y lo mejor de la obra es que se trata de una novela de tesis. En medio de tanta crueldad, de injusticias enormes y ataques contra inocentes; entre tantos asesinatos, corrupción, actos heroicos y decisiones sanguinarias, el trasfondo de la novela de Winslow es cristalino como el agua: el Cártel no lo forma un grupo determinado del crimen organizado.
El Cártel lo integran el gobierno de México, las bandas del narcotráfico, la DEA, la CIA, los medios masivos y el silencio cómplice de una sociedad corrompida hasta los huesos.
Frente a ella, una constelación de ciudadanos heroicos, principalmente periodistas, intelectuales y mujeres que participan como activistas sociales y feministas, siembran día a día la semilla de la dignidad, y le dan valor a cada vida humana, en un entorno donde los asesinatos ya no son noticia, porque “noticia sería que no los hubiera”.
Es curioso que frente a estos inocentes que alzan la voz y arriesgan su seguridad personal, Adán Barrera quede disminuido con todo su imperio personal de sangre y su ranking en la lista de Forbes de los hombres más poderosos del mundo.
Y que Art Keller, uno de los contados policías honestos que recorren la novela, les tribute el reconocimiento de su amor y respeto. Ojalá esa parte de la novela también se base en la realidad; única prueba concreta de que entre nosotros existe la esperanza. Viene la elección presidencial de 2024. Seguirá la saga del mundo novelístico de Don Winslow.
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