¿Butanazo a los transportistas o al estado?

Paco Villarreal

La primera vez que subí yo sólo a un transporte urbano en Monterrey, el pasaje costaba 25 centavos. Era yo un adolescente improductivo, así que no sé si era caro o barato. Sí sé que era muy malo. La regulación era muy deficiente. La única advertencia de seguridad que se hacía al pasaje era con unos letreritos que decían “Se prohíbe fumar y escupir”, algo que, como pasaba en los viejos cines, no siempre se cumplía. Supongo que el letrero fue consecuencia de un terrible accidente que sucedió años antes (junio de 1955), cuando un camión urbano, a gas butano, se incendió en pleno centro, en Zaragoza y Matamoros. Un muchacho napolitano, héroe de la resistencia italiana en la Segunda Guerra Mundial y avecindado en Monterrey, arriesgó su vida para salvar algunos pasajeros: don Salvatore Sabella, otra vez héroe. El otro héroe fue el chofer, don Expectación Garza, que pudiendo ponerse a salvo permaneció dentro del camión ayudando a bajar al pasaje. A pesar de eso, varios pasajeros murieron y un testigo enloqueció luego de ver la tragedia, que es conocida como “El Butanazo”.

Hablamos de camiones con una sola puerta y sin salida de emergencia. Es posible que aquel accidente haya desanimado al uso del gas butano como combustible en las rutas urbanas. Tampoco sé si hubo transición de gasolina a diésel, pero cualquiera de ambas alternativas demostró con el tiempo ser igual de fatal para el medio ambiente. Aunque no sé qué dijo el parte oficial sobre las causas del percance, lo más probable es que fuera falta de mantenimiento y, claro, la propia unidad que era en sí una trampa mortal.

Pero la regulación de la seguridad del transporte urbano en el área metropolitana ha avanzado. Sólo que, si bien hay reglas, no son respetadas ni por choferes, ni por concesionarios, ni por usuarios. A medida que envejezco he visto cómo los concesionarios se han fortalecido en contubernio con cada gobierno estatal. Tarifas caras, mal servicio, unidades en mal estado, accidentes fatales, choferes en pésimas condiciones laborales… En los hechos, los empresarios transportistas son un monopolio de hacendados porfirianos que siempre ha impuesto sus reglas. Cada gobierno ha hecho como que aborda el problema, pero no ha abordado un camión. Recuerdo cuando se impusieron los “camiones chatos”; algunas de las “nuevas” unidades eran los mismos “camiones trompudos” pero con carrocería chata. ¡Bien bonitos!

Ni hablar de las tarifas, que siempre, invariablemente y “por ley”, suben por encima de lo que los usuarios podemos pagar. O el trazo de las rutas, que obligan a muchos a tomar más de dos camiones diariamente. O el número de unidades circulantes, que siempre ha obligado a los usuarios a viajar apiñados. O la confluencia de rutas en calles y avenidas que atascan la vialidad y deterioran la pavimentación. Lo único bueno del transporte público metropolitano lo consiguió la administración estatal del ex gobernador Jaime Rodríguez y su tenaz escudero en Salud, don Manuel de la O. Estos pioneros en soluciones sociales contra enfermedades epidémicas, lograron providencialmente que el transporte urbano, sólo ahí, fuera el único espacio público donde funcionó la inmunidad de rebaño contra el Covid-19. Aseguraron que no había contagios en los camiones. ¿Apoco no merecen el Premio Nobel?

Este panorama desanima. Paro parece que el gobernador García empezó con mucha enjundia con su plan de movilidad. A mí me inspira alguna confianza que el ideólogo del tema sea Hernán Villarreal, que está bastante curtido en esos bretes. El proyecto es atractivo desde mi perspectiva de usuario. Habrá qué ver si el gobernador García puede lidiar con la eterna mafia de transportistas. Hasta ahora nadie ha podido contra ellos. Si bien, el gobierno estatal también es responsable, ha sido esa mafia la que ha convertido al transporte urbano en el área metropolitana de Monterrey en uno de los más caros y más deficientes de México. El único negocio redondo, con clientela cautiva, donde los empresarios claman cada año que no es negocio. ¡Y todavía piden subsidio! Tras varios años de no haber aumentos, no visibles al menos, las tarifas siguen siendo muy caras y un aumento a estas alturas no sería injusto sino criminal.

El gobernador García fue determinante: si los empresarios no cooperan, ¡cuello! El exgobernador Rodríguez también inició con bravatas, y chafeó. Esperemos que esta vez sí vayan en serio y terminen de una vez con este calvario que padecemos los usuarios, y no desde hace un sexenio, sino desde hace décadas.

Lo bueno de todo esto, lo que sí da esperanza, es que el gobernador García no sólo tiene sobre sí el peso de los compromisos adquiridos en campaña; también tiene la responsabilidad de crear las condiciones para agilizar la vialidad de MC rumbo a Palacio Nacional. Ordenar el transporte urbano sería una joya reluciente en la corona fosfo, una labor épica que no se atrevería a realizar ni siquiera un faraón egipcio. Si lo logra, sí influiría en mi voto en las próximas elecciones. Ahora que, si el gobernador García quiere asegurar mi humilde sufragio, sólo con que ajuste el ramal alimentador de la Línea 3 por lo menos a unas cinco cuadras de mi casa, no a diez.

En tanto, esperemos que el proyecto funcione; que sea el gobierno estatal quien les aplique su “butanazo” a los transportistas, no que transportistas le planten un “butanazo” a la movilidad; Y mira que tienen mucha experiencia en esas cosas.

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