Cójanse de la brocha porque me llevo la escalera…

Irreverente

…  y también la carretilla.

Plácido Garza

Les platico primero la advertencia: solo los animales tienen garras en manos y patas y en consecuencia, “agarran”.

Quienes no -los humanos- tenemos manos y pies, por eso cogemos, no agarramos.

Si el albur callejero provoca con esto, sonrisas pícaras, el mérito no es mío; lo es en cambio de quien así lo lea. ¿Arre? ¡Arre!

Escuchando cada vez menos las mañaneras del inquilino del Templo Mayor frente al Zócalo, cuando lo hago por cierta malévola necesidad, confirmo cada vez más el dicho de Alfonso X El Sabio: “Los cántaros, cuanto mas vacíos, más ruido hacen”.

Y viene otro a mi memoria: “Enorme desgracia es no tener talento para hablar bien, ni la sabiduría necesaria para cerrar la boca”. – Jean de la Bruyere.

En una versión a la mexicana, le cambiaría 4palabras4 a este dicho francés, para quedar así: “Enorme desgracia es no tener talento para hablar bien, ni el talante suficiente para permanecer callado”.

Me gusta más esta otra, porque embona perfecto -creo- con los sucederes de la 4T en todas sus expresiones y presentaciones.

Y en seguida un dicho mío: “Fanático es aquel que no puede cambiar de tema, ni tampoco de opinión”.

Luego aparece la inevitable reflexión ante lo escrito anteriormente, que en forma de trabalenguas se me ocurre para adrezar de humor la ocasión: todo lo que se ignora, se desprecia y despreciable es más el ignorante que el motivo o causa de su desprecio.

Más adelante, como producto de la lectura efímera que interrumpió mi búsqueda de un libro que juro no haber prestado y que por ahora se encuentra extraviado, me topé con esta filosófica frase de Oscar Wilde, a propósito de nuestro convivir con el ser más bello creado por la Naturaleza y ya entrado en varas, hasta por el mismito Dios de Spinoza: “si quieres saber lo que una mujer dice realmente, mírala, no la escuches”.

Ah, cuántas broncas nos evitaríamos hoy en día si pegáramos en las paredes y en los cerebros masculinos, semejante frase de quien escribió para la posteridad “El Retrato de Dorian Grey”.

Y después de leer la forma artificiosa en que los acólitos de la 4T se siguen desgarrando lo que les queda de vestiduras -hoy jirones vulgo harapos- para defender los desfiguros del actual gobierno, viene lo siguiente: es de idiotas consumados la costumbre de atenuar o justificar los errores cometidos, argumentando que otros del pasado eran iguales o aún peores.

Finalmente, ante el dilema de los tiempos actuales tan pletóricos de información, recuerdo con la añoranza de mis años de primaria, lo que una de mis maestras recitaba de Richard Feynman todos los lunes al inicio de las clases, ante sus alumnos rebosantes todavía del fragor y frenesí de los fines de semana:

“El objetivo de la educación no debe ser ayudar a los estudiantes a memorizar y escupir información bajo presión académica. El propósito es inspirarles el deseo de aprender y hacerlos capaces de pensar, comprender y cuestionar”.

Convertida a los días actuales, esta frase del físico teórico estadounidense, a quien leíamos a la temprana edad de los 10 años, vendría a ser algo así como esto:

El objetivo de las redes sociales no debe ser engordar de información que luego es excretada,  regurgitada, vomitada o escupida por la presión social de llamar la atención, que padecen algunos en forma enfermiza.

CAJÓN DE SASTRE

“Acucioso es tu escribir para este último martes de octubre, que huele ya deliciosamente a noviembre”, dice la irreverente de mi Gaby.

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