En Nuevo León habrá gobierno dividido con Samuel: ¿qué significa?

Eloy Garza González

Aunque la palabra suena agresiva, en realidad es un término de ciencia política que no representa ninguna señal de alarma. 

Samuel García, próximo gobernador de Nuevo León tendrá un gobierno dividido. ¿Por qué? El Ejecutivo que encabeza depende de él directamente y el poder Legislativo lo controlarán otras corrientes políticas.  

Veamos: 85% del Congreso local lo dominará sendamente (casi en partes iguales), el PRI y el PAN. Si las estimaciones se confirman, con mayoría relativa y plurinominales, el PAN tendrá 14 diputados, el PRI 15. El PT, Verde, Nueva Alianza y Morena sumarán entre ellos 7 y Movimiento Ciudadano apenas 6. 

Esta correlación de fuerzas es muy parecida a la que vive (y muchas veces padece) el actual gobierno de Jaime Rodríguez “El Bronco”, quien también experimenta en carne propia el fenómeno del gobierno dividido. Los gobernantes independientes no tienen fracciones legislativas formales.

Como se sabe, el Congreso de Nuevo León tiene entre sus facultades ratificar a los funcionarios de primer nivel, aprobar la ley de ingresos y el presupuesto de egresos y aprobar los márgenes de deuda. 

Además, cuenta con una de las facultades más decisivas: aprobar la cuenta pública, que puede poner en un fuerte brete al Palacio de Cantera, y una condición extra: desaforar eventualmente al gobernador. Pesos y contrapesos. Equilibrio de poderes. No depositar todo el gobierno en un solo bando. Esa fue la decisión que tomaron los electores el pasado 6 de junio. Los electores, lo creo sin ambages, son más sabios de los que aparentan.  

Por lo general, en caso de gobierno dividido, el mandatario estatal delega en su secretario de Gobierno los estiras y aflojas con el Legislativo. A veces lo hacen mal, y en otras ocasiones son la salvación presupuestal para el Palacio de Cantera. 

En otros estados, es práctica usual de los gobernantes comprar diputados de oposición en subastas secretas, digamos que por debajo de la mesa. Esta distorsión del ejercicio público termina por revertirse al gobernante en turno. La política acaba en muladar. A la larga la llevan de perder los gobernantes y eso no podemos permitirlo. 

Por eso es preferible llegar en este ínter, primero a acercamientos, a tratos amables, en este caso con quienes coordinan el PRI y con quienes coordinan el PAN. A esto se le llama saber cabildear. Es la base de la gobernabilidad. No en balde Jefferson decía que la política no es quehacer de arcángeles. 

En Nuevo León ha habido políticos muy hábiles para llegar a acuerdos en gobiernos divididos, por el bien de la sociedad. Algunos de esos políticos todavía rondan el espacio público, aunque quizá ya no estén en servicio; están jubilados viendo series de televisión. 

Samuel García es un hombre inteligente que aprende rápido y tiene la malicia del político profesional. Comprende que una cosa es hacer campaña y otra es gobernar. 

En Nuevo León, como en todo México, impera un sistema de partidos. Ni modo. No puede dárseles la espalda a estas instituciones públicas que suelen estar viciadas. Hay otra palabra que se usa mucho en Europa y menos en México pero que también describe estas circunstancias: se llama cohabitación. Significa que dos o más fuerzas en principio antagónicas comparten un mismo espacio público. 

¿Esto es democrático? Sí. Se acepte o no, forma parte imprescindible del tejido de la democracia, aunque sea molesta y latosa para los gobernantes impacientes. Por eso gobernar no es un oficio fácil y requiere una vocación aunada a paciencia y capacidad estratégica, no apta para novatos. 

Se trata de conciliar, dar y recibir, conceder y negociar. Toma y daca. Tender la mano y dar palmadas en la espalda. Altas dosis de humildad y cumplir la palabra empeñada, sin redes sociales de por medio. Nada opera peor para la política que los reality shows. La exposición mediática no ve en estos arreglos que no tienen de entrada por qué ser ilícitos. 

No es casualidad que los grandes políticos sean también grandes ajedrecistas. Y aunque se escuche mal, grandes tahúres: juegan con pericia sus cartas. 

Samuel García debe aprovechar estas próximas semanas para tender puentes con la oposición. Sin amenazas. Sin amedrentar a nadie. Kissinger considera en su libro La Diplomacia, que los primeros 100 días son fundamentales para asumir el control del aparato público y estrechar relaciones con los otros poderes. El discurso campañero debe virar por un mensaje pragmático de gestión pública, auxiliado por manos profesionales. Es por el bien de los nuevoleoneses.

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