La apuesta que perdí por culpa de Donald Trump | Por Eloy Garza
Por Eloy Garza González
Les cuento una indiscreción. Ayer me dijo Waldo Fernández que lamentablemente Donald Trump se iba a reelegir. Yo le dije que no. Que Joe Biden sería el ganador. Entonces me apostó una comida. Y yo acepté frotándome las manos e imaginando el cabrito al pastor que me comería a cuenta de mi amigo Waldo: negocio redondo, razoné yo.
Ahora la suerte me pinta adversa porque parece que ganará Trump. Y nadie más que yo tuve la culpa, por retractarme de mis hipótesis. Pues resulta que yo había publicado varios artículos en los meses pasados donde anticipaba que Trump se llevaría la victoria. Estaba seguro de eso. Lo malo es que tengo amigos intelectuales que me convencieron de lo contrario, empezando por Pedro Aguirre, (quien es el mejor analista en México del sistema electoral norteamericano aunque en esta ocasión no le atinó, por lo visto).
Pedro estaba convencido, junto con Jorge Castañeda y Héctor Aguilar Camín, entre otros, que la decencia de Biden prevalecería sobre el voluntarismo desbocado de Trump. Las encuestas no mentían: nueve puntos de diferencia, aún en los enclaves más trumpianos como Texas o Florida.
No diré que mis argumentos eran mejores que los de mis amigos intelectuales. Simplemente me había puesto a ver en YouTube a Trump dando un discurso de una hora en una planta de Whirpool y me sorprendió. Con su gorra roja y su lema MAGA, Trump alababa las lavadoras gringas, insultaba a los chinos, condenaba a los “políticos corruptos como Hillary Clinton” y le decía a los trabajadores que era un honor que lo tuvieran como presidente, “el más grande”, “el más legendario junto con Lincoln”. Surrealismo puro, supuse, pero muy efectivo. “Si yo fuera trabajador gringo”, pensé, “votaría por él”. Y en efecto, así votó la mayoría de la comunidad latina.
Los empresarios mexicanos también estaban con Trump porque EUA importó en los pasados años más productos nuestros que en toda la era Obama, por tal de bloquear el comercio con China. Esto es un hecho. Sacamos buena tajada del conflicto entre los dos colosos. Igual López Obrador, diga lo que diga. Y junto con él, Marcelo Ebrard.
Claro, habría que aguantar otros cuatro años las ofensas verbales de Trump, con su cantaleta del pinche muro y que los migrantes son violadores, criminales y “bad hombres” (el tipo es impresentable). Pero las cosas son como son. Así que no volvamos a hacer caso a las grandes casas encuestadoras, porque la “mayoría silenciosa” ya prefiere manifestarse en Facebook o Twitter y no a través de una encuesta. Y guardemos la corrección política en el desván empolvado, junto con la figura acartonada de Joe Biden.
Yo romperé esta noche el cochinito de mis ahorros para cubrir la cuenta de la comida que tendré que pagarle a Waldo Fernández. Y al mismo tiempo estoy formulando mis conclusiones sobre la forma en que tendrán que hacerse las campañas en México de ahora en adelante. Porque todo le copiamos a los gringos, hasta las malas mañas y el odio irracional a los chinos.