Aclaremos algunas cosas sobre el “impuesto verde” de Samuel García

Eloy Garza González 

Hay dos formas de combatir la contaminación ambiental: diseñando un plan de gobierno o cobrando impuestos. El primero es un proceso complejo. El segundo es una simple medida recaudatoria. 

Para evitar que se cobren tarifas en forma de permisos para contaminar, el impuesto debe ir acompañado con sanciones. O debe formar parte de un Plan General, con medidas concretas para reducir las emisiones contaminantes.

¿Impuesto verde o plan verde? Ambas. El gobernador Samuel García propone una fórmula que consiste en cobrar 2.79 cuotas (UMAs) por cada tonelada o fracción de particular emitidas. 

Mis lectores se preguntarán qué es una UMA. Y yo les respondo: es la Unidad de Medida y Actualización; una referencia en pesos del pago de las obligaciones previstas en una Ley federal o Estatal. 

No se trata de darle permiso a las empresas para que sigan contaminando vilmente. 

El “impuesto verde” tiene que acompañarse con medidas que vayan más allá de cobrar esta tasa impositiva a las 162 fábricas y a las 22 pedreras que evidentemente ensucian el aire que respiramos todos los nuevoleoneses. 

¡Genial que las empresas que acepten invertir en procesos verdes reciban estímulos fiscales! Y qué bueno que quienes no lo hagan, tengan que pagar por los daños ocasionados. 

Sin embargo, no basta con eso. Ahí no queda la cosa. Además, vigilemos por ejemplo, que la refinería de PEMEX, instalada en Cadereyta, cumpla lo que nos acaba de prometer a la gente de Nuevo León. 

Es decir, que reduzca casi 95% sus emisiones y que para eso invierta más de $82 millones de dólares como lo acordó públicamente. ¿Lo hará? 

Es urgente frenar de una vez por todas las emisiones contaminantes. 

Los nuevoleoneses ya no aguantamos más. El daño a la ecología puede ser irreversible. Se sube uno a cualquier loma y lo que contempla es una nata grisácea sobre él Área Metropolitana de Monterrey. Especialmente sobre Santa Catarina y San Pedro (ni los tracaleros ricos se salvan). 

No es el Apocalipsis: es la “Contaminalipsis”. 

Sólo este año hemos tenido más de 300 días con excedentes de partículas menores a 10 micrómetros (PM10). 

Otra vez, mis lectores se preguntarán qué significa PM10. Y yo les respondo raudo y veloz que el PM10 son esas pequeñas partículas de polvo, cenizas, carbono, cemento, metal, etcétera, que flotan en el ambiente. 

Estas partículas nocivas alteran la composición natural de la atmósfera y las respiramos diariamente por encima de lo que tolera nuestro organismo. 

De ahí el principal motivo de que los nuevoleoneses suframos ciertos tipos de asma, alergias, insuficiencia cardíaca, hasta varias formas de cáncer, como el pulmonar. Efectos adversos, agudos y crónicos. 

Los especialistas saben cómo los contaminantes empeoran la Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC). 

Estas partículas PM10 son tan pequeñitas, tan chiquitas y aparentemente tan insignificantes (porque no son más gruesas que un cabello),  que entran fácilmente hasta nuestros pulmones. No batallan para darnos en la torre. 

El 45% de los casos de cáncer de pulmón no ocurren porque el enfermo fume, sino porque respira aire contaminado. 

Así que si quien me lee no fuma, no es por ponerlo nervioso, pero sigue sin ponerse a salvo; irónicamente arriesga su salud al ejercitarse al aire libre. 

Con esto quiero decir que sí estamos en una crisis climática. No exagero con esto y no es ninguna novedad. 

Hace bien el Gobernador Samuel García en agregar este “impuesto verde” a la Ley de Ingresos del Estado 2022. 

Por cierto, y para rematar, no olvidemos que el 20 de noviembre es la fecha límite para enviar dicha Ley al Congreso de Nuevo León. 

Hay que ponernos todos a trabajar cuanto antes. 

Sobre el problema adicional de que muchos alcaldes usen de pretexto medidas ambientalistas para imponer caprichos autoritarios en su municipio, de eso hablaremos mañana. .

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