Debanhi: la pantalla negra de la muerte

Eloy Garza González

Luis Padua entrevistó al chofer de DiDi que pasó por Debanhi a la quinta Diamante. La entrevista se volvió viral y varios periódicos europeos como El País citaron fragmentos de esa conversación. 

Por supuesto, donde hay viralidad hay discusión. El mismo periódico El País criticó la poca “empatía” del entrevistado cuando dice: “Debanhi no estaba en sus cinco sentidos, actuaba extraño”. 

Con esto dan a entender que Debanhi había consumido algún tipo de sustancia. 

Esto no es necesariamente verdad. La joven había comprado una botella de vodka. 

El vodka no huele a diferencia de otras bebidas alcohólicas. Pero su golpe es inesperado para el bebedor. Imagínense una joven de 18 años. ¿Qué tanta experiencia puede tener en esta práctica? Y en el caso de Debanhi parece que ninguno. 

Hay quien ha criticado a Luis Padua porque no extrajo emociones del chofer. No nos hizo llorar a los espectadores. 

Sin embargo el buen periodista no pretende extraer sensaciones; no recoge emociones: recaba información. Acertadamente Padua recabó información. 

El problema actual de las redes estriba en que ya todo mundo se cree periodista. 

Un post de Facebook escrito con errores de ortografía llega a tener más impacto que un artículo de prensa. 

Hace años incluso se inventó un término absurdo: “El periodismo ciudadano”; es decir, el periodismo que no lo hace un profesional y por eso es más “espontáneo” más “cool”. 

Esta confusión ha provocado casos patéticos como aquella decisión que tomaron recientemente varios periódicos de Hong Kong. Resulta que despidieron a todos sus reporteros gráficos para sustituirlos por repartidores de pizza. 

Justificaron esta medida con el argumento de que un motociclista llega más rápido a cubrir la nota que un fotógrafo profesional. Y lo importante ahora es dar la primicia, no tomar el mejor ángulo del hecho. 

El caso de Debanhi se saturó de fake news, periodistas falsos, opinadores falsos, reporteros falsos, detectives falsos, peritos falsos y hasta indignados falsos. 

Me pregunto qué pasaría si acumuláramos todos los posts e imágenes de Instagram sobre el caso Debanhi. 

Aparecería la misma imagen de aquella célebre fotografía del artista visual Man Ray: un fundido en negro. 

La saturación de información, chismes, especulaciones, teorías conspiratorias, hipótesis inverosímiles, no ilumina: oscurece. El exceso de rumores no alumbra: opaca. 

Cuando un sistema operativo se llena de virus, automáticamente se congela. Lo mismo le ocurre a las sociedades. 

A esto los programadores informáticos le llaman: “BISoD” (Black Screen of Death). En español se traduce como “La Pantalla Negra de la Muerte”. 

En esa pantalla oscura, fundida en negro, es fácil simular figuras humanas borrosas, que corren y tropiezan en la nada.  

¿Por qué entre tantos casos de desaparecidas la muerte de Debanhi Escobar se volvió global? ¿Por qué la foto del chofer entrevistado por Luis Padua se volvió viral? 

Porque en la era hipermoderna ya no nos apropiamos del dolor ajeno. Lo adoptamos. 

Adoptar quiere decir optar, elegir entre muchos. Cada día se suben a Instagram en promedio 100 millones de imágenes. Si optamos por esta imagen de Debanhi de pie, en medio de la carretera, es porque nos funde en negro, nos satura de oscuridad. 

¿Estamos programados para ser parte de la pantalla negra de la muerte? 

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