Juego perverso
Por: Obed Campos
Hace seis años Jaime Rodríguez El Bronco Calderón recibió un gobierno de incertidumbre, hundido en una demencial deuda, con la línea tres del metro abandonada o inconclusa, descontrol en los centros de reclusión, con el más grave crimen de la delincuencia organizada en contra de la población civil como lo fue el atentado al Casino Royale…
Todo esto y más, frutos podridos del gobierno más superfluo, banal y los calificativos insignificantes que usted quiera, pero sin dejar de recordar el quebranto financiero al Isssteleon y la galopante corrupción que como espuma de sidra en año nuevo brotaba por todos lados en la administración de Rodrigo Medina, su papá y toda su familia.
Aristas como esas y promesas de eliminar la tenencia vehicular, y alguna más disparatada e imposible, como la de meter a la cárcel a su antecesor Rodrigo Medina, aunado a candidaturas débiles de los partidos tradicionales le aseguraron el triunfo al autollamado primer gobernador independiente de Nuevo León.
Ya en funciones, Rodríguez Calderón continuó haciendo gala de su estilo bronco, retador y francote, y con esa honestidad desmesurada o políticamente incorrecta, como dicen los analistas de la liturgia del servicio público, inició su temprana debacle, cuando al demandarle el cumplimiento de eliminar la tenencia respondió con un “no la jodan”, y un “no es lo mismo que andar allá afuera en campaña, yo no sabía que esto estuviera tan mal”, refiriéndose a las arcas estatales; luego para desviar la atención de ese tema y de sus primeros escándalos de corrupción, se desplegó la muy lamentable Operación Tornado y la frustrada campaña presidencial con el penoso retorno a un Estado polarizado en sus preferencias, y en el cual jamás pudo mocharle la mano a ningún ladrón; hasta el grupo editorial de la calle de Washington, que tanto le apostó a su candidatura estatal y luego nacional, enfrió más la relación y le tomó distancia.
Ahora ese mismo grupo editorial que hace seis años expuso el desorden medinista para pavimentar a Jaime Heliodoro el camino al Palacio de Gobierno que mandara edificar el General Bernardo Reyes, es el mismo que está haciendo lo propio al filo del sexenio independiente, cuando al final de cada una de las reuniones de transición pactadas entre el actual gabinete y el grupo entrante, anuncia las “bombas de tiempo” que el Bronco deja en finanzas, transporte público, Fuerza Civil, Metrorrey, Agua y Drenaje, Salud y cuanto rubro toque en turno analizar.
Con ello el otrora periodicote de la familia Junco encuerda al gobernador electo para que arremeta contra los servidores públicos salientes, anunciando por ejemplo que con respecto a Metrorrey en la transición le dijeron puras patrañas, y que el primer día de su gestión ordenará una auditoria al organismo.
El revés en la asignación del presupuesto federal a la entidad ha sido un duro golpe al naciente gobierno, por lo que el joven Samuel Alejandro ha tratado, así de bote pronto, de salvar su promesa de construir un tren intermunicipal, solo que ahora mediante esquemas de Asociación Pública Privada, perfilando con ello el urdido de compromisos financieros contraídos incluso previo a su toma de protesta, compromisos casi a perpetuidad y en detrimento del caótico erario estatal.
¿A quién le cumple Samuel con éstas declaraciones? ¿A la población que demanda mejor transporte? ¿A los próximos constructores y financieros favoritos? ¿A la satisfacción de su personal soberbia? O a ese grupo editorial que con su juego perverso lo posiciona con declaraciones de impacto, y al mismo tiempo le acota la opción que sí tuvo Jaime Rodríguez, de desconocer el gobierno por dentro, diferir promesas y patear el bote en cuanto asunto se ofreciera, esto considerando que a Samuel ya le han anunciado todas esas “bombas de tiempo” e incluso él las ha respondido por el mismo medio.
Por ahora el war room del ex senador naranja debe tener muy claro esa APP para apuntalar el tranvía pudiera alzarse como el primer pacto samuelista susceptible a moches y corruptelas, aunado a que con tan competentes abogados en el mercado, instancias de procuración de justicia tan diversas e instrumentos jurídicos de defensa como los utilizados por ellos mismos para librar las millonarias multas derivadas de actos de campaña, es verdaderamente complicado pretender emular alguna Operación Tornado como la que el enaltecido Samuel insinuó vía auditorias, y menos probable aún que ésta llegue a buen fin aunque alguna pauta editorial así lo disponga.
Acaso lo que se pudiera activar sea alguna Operación Fifí para desfilar con frecuencia en las páginas del Sierra Madre.
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