¿Revocación, ratificación o elección “BIS”?

Hace mucho, durante unas elecciones, le pregunté a mi abuelo que opinaba de don L* que juraba que votaría por el PAN. Mi abuelo, priista de la vieja guardia radical, dijo: “Allá él si quiere que lo gobierne un patrón”. Entonces le dije que había un partido de izquierda, no recuerdo si el PSUM o el PFCRN. “Sí”, contestó, “Bien rojos, pero pintan para descoloridos. De mí te acuerdas”. Y sí, me acuerdo. Supongo que mi abuelo tenía la esperanza de que el PRI retomaría su vieja vocación socialista. Su tirria no era precisamente contra el PAN, aunque fuera el más ilustrativo, sino por personajes poderosos que controlan a partidos, militantes, candidatos, y finalmente deslizan a funcionarios en el gobierno para velar por sus intereses, no los de los electores. Y esto sucedía y sucede en todos los partidos. Él mantuvo la esperanza de que “sanara” su partido y siguió votando por el PRI; se le acabó primero la vida que la paciencia.

Por fortuna no alcanzó a ver los extremos vergonzosos de los dirigentes priistas actuales, que con todo el descaro del mundo ordenan a sus diputados el sentido de sus votos. Esto pone en las curules a seres sin criterio ni preparación para tomar decisiones de acuerdo a los intereses de sus electores, populares pero sin compromiso social, borregos enfundados en las variopintas zaleas de cada fracción. Aunque alguna vez papá Antonio dijo algo que no se me va a olvidar jamás: “Las chingadas elecciones son un albur. Y si la riego, ni cómo reclamarles”.

Finalmente se llegó el tiempo en el que por lo menos a un funcionario público, el presidente, sí se le pudo reclamar. La Revocación de Mandato es un recurso radical, y responde al reclamo popular. El legal, aunque sólo puede ser legítimo si se desarrolla en un proceso no viciado, empezando por la convicción objetiva del votante y terminando con una evaluación justa de los votos. El ejercicio democrático de este domingo 10 de abril fue un acto sin precedentes, importantísimo para los mexicanos, pero es apenas una larva, un ensayo de un ensayo. Es necesario que sea perfeccionado, y también generalizado a todos los cargos de elección popular. Evaluar sólo al presidente es evaluar a partidos no a funcionarios.

Por mera curiosidad, morbosa claro, fui a los muros en Facebook de algunos antílopes recalcitrantes (así les digo de cariño a mis esdrújulos cuates anti-López). Muchos esperaron a que sus “líderes” emitieran alguna declaración para replicarla. En general todos repudiaron la consulta con los mismos argumentos que expusieron de inmediato líderes del PAN, PRI y PRD. Ya me esperaba argumentos tan manidos. Yo tampoco estoy contento con la consulta porque su resultado no corresponde a una revocación sino a una ratificación, y la ratificación debía ser un resultado secundario, inferido del principal. Fue una encuesta de popularidad que, aunque no fue arrolladora en términos del padrón electoral, tiene más peso y consistencia que las encuestas que nos endilgan en las campañas electorales. Vale como dato, o para hacer aritmética creativa, pero sólo es un resultado lateral del que realmente importa: la revocación.

No perdamos la brújula. La consulta para la revocación de mandato no es una “elección bis”. Ya hemos elegido al funcionario en toda regla. Además me queda una duda sobre una parte de los electores en la consulta: ¿cómo es posible que alguien tenga derecho a revocar un mando que no concedió? Para que la revocación sea justa, la revocación de mandato debe auscultar la voluntad de los que le otorgaron el mandato, no de los que se lo negaron o no les interesó participar. Por elemental lógica es una evaluación que, para que sea admisible, debe ser hecha por quienes en la primera elección otorgaron el cargo. Los demás son votos sistemáticos, cualquiera puede suponer el sentido de esos votos. Por fortuna existe el candado legal de la vinculación, donde se exige el voto del 40% de la lista nominal, los aretes de la Luna, las perlas de la Virgen y aguacates sin hueso. En otras palabras: los votos que ratificaron al presidente López en el poder no sirven al ciudadano, no sirven al elector para empezar (apenas) a tomar conciencia de que su voto de castigo puede ser efectivo y útil, y no azaroso e inútil como hasta la fecha (Bronco, vgr.).

Otro detalle es que la convocatoria a votar en una revocación debe ser la única campaña permitida: todos deben tener el derecho de promover la consulta, pero nadie debe inducir el sentido del voto ni directa ni indirectamente, ni con campañas. Esto no lo cumplió ni el INE. Descuidar esto puede hacer que una consulta se convierta en una “elección bis” con movilizaciones controladas (acarreos): una guerra civil de papelitos y pulgares prietos.

Es cierto que aunque fueron mayoría, los votos ratificantes son pocos en comparación a los votos de la elección original. Pero el porcentaje de votos contra López en esta consulta fue ridículo en comparación con los más de 24 millones que no lo votaron para presidente. Y hay que sopesar la escasez de casillas, y que para muchos simpatizantes de López era ocioso ir a repetir un voto que ya habían emitido. La consulta demostró también que las intensas campañas y acciones contra esta consulta no funcionaron. La gente, incluso quienes desde hace años se sumaron a la campaña nacional contra López, debe estar harta de hociconeos y casitas lego.

Aunque al final esta no fue una consulta para revocar sino para ratificar, los resultados sí son útiles, aunque no para la mayoría de la gente. Por más que se intente demeritar el resultado, el mensaje es muy claro para la oposición interna, y más claro aún para los francotiradores extranjeros (políticos y económicos). Las cifras deben ser estimadas para la estrategia electoral del 2024. No deben ser ignoradas en el debate legislativo de la Reforma Eléctrica… y los que vengan. Deben analizarse con mucho cuidado por nuestros vecinos en Washington y nuestros primos en España. No deben ser ignoradas por nuestros críticos oficiosos en la Unión Europea ni por sus adláteres en México (que ya se intuye quiénes son). Pero sobre todo, deben ser revisadas con mucha serenidad por la oposición, porque esta consulta-ratificación es un instrumento valiosísimo para replantear sus estrategias con seriedad y con respeto (por lo menos respeto a los ciudadanos). Hasta ahora han estado dirigiendo la atención de la gente hacia puntos muy concretos de sus agendas e intereses, pero al enfocar tan estrechamente la mirada de los ciudadanos, nos hacen descuidar la visión periférica. Así, por estar hipnotizados viendo el obstáculo que nos juran que está adelante, no vemos el hoyo que estaríamos cavando bajo nuestros pies.

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