Henry Lane Wilson, in memoriam

El 18 de febrero de 1913, durante la Decena Trágica, en la ciudad de México, se celebró el “Pacto de la Embajada”. El embajador de Estados Unidos, Henry Lane Wilson, convocó a Félix Díaz y a Victoriano Huerta en el recinto de la embajada. Una vez ahí, ambos militares firmaron un pacto en el que se desconoció al gobierno de Francisco I. Madero y se acordó que Victoriano Huerta asumiera el poder. No es necesario abundar mucho en este vergonzoso fragmento de la historia. Creo que todos sabemos, así sea superficialmente, los sucesos que desencadenó ese pacto y que fue realmente una revolución, y cuyas consecuencias gozamos y padecemos desde hace más de un siglo.

Don Panchito Madero, mi ilustre tocayo, sí fue un mártir de la democracia. Lateralmente también fue el sacrificio en el altar de la patria para iniciar un cambio social profundo y no sólo el cambio político que abanderaba el prócer coahuilense. Porque, entendamos de una vez, la democracia nunca ha sido garantía de justicia social. Ni siquiera en sus cuneros griegos y latinos, donde era más bien una lotería reservada para la élite étnica o económica. Así que, para bien o para mal, México debe su revolución a un embajador gringo metiche (¿rara avis?). No era su intención, pero ¡quién le manda!

Pero, hablemos mejor del ahora… Aunque tenía ya el antecedente, hallo este viernes la noticia de que el inevitable senador estadounidense Rafael Edward (“Ted”) Cruz se metió en el brete de sumarse a la campaña internacional contra el régimen mexicano. No, esto ya no es el odium theologicum contra Andrés Manuel López Obrador, que se ha cultivado durante años y se ha concentrado especialmente durante los recientes. Esto aumenta la “sospecha” de que sí hay una campaña internacional y que sus objetivos no son democráticos sino económicos. Porque ¿de verdad a Estados Unidos le interesa la democracia? No hay que ahondar mucho en la historia para darnos cuenta que no le interesa democracia de nadie, ni siquiera la suya.

Adivino que muchos de los malquerientes de don Andrés celebraron con serpentinas y confeti que Ted arremetiera contra México. En su miopía suponen que atacar al régimen es atacar al presidente que odian. Hace mucho que las campañas orquestadas por una derecha radical infiltrada hasta en los moderados, les han convencido de no intentar acotar al Poder Ejecutivo sino desmantelarlo. Un pésimo precedente para la anémica democracia mexicana si es que lo logran; una vara que serviría para medir regímenes futuros y que si hoy está manchada con excremento en el futuro podría estar empapada de (más) sangre.

Sí, el senador por Texas de origen cubano-canadiense Ted Cruz es un político importante, pero habría que revisar un poco sus antecedentes antes de echar las campanas al vuelo y, por supuesto, asumir que las campanas ni vuelan ni convocan, sólo hacen ruido (en Dolores la gente iba a misa y acabó en una guerra). El poderoso político estadounidense es un pequeño Trump, pero más astuto. Incluso, indirectamente inscribe su invectiva contra México en el mismo contexto que la indefendible causa de conductor de noticias de Latinus; no digo que deliberadamente, aunque… La “lateralidad” semántica es un recurso usual de la comunicación. Un ejemplo reciente es el de Ciro Gómez Leyva, cuyo famoso tuit tuvo tanto impacto no por sí mismo sino por el contexto del zipizape entre Loret de Mola y el Presidente. Súmese a eso las protestas por el asesinato de periodistas, las mojigangas legislativas, etcétera, y ya tenemos una fugata musical en la que hasta el Presidente se suma a la estridente polifonía.

Un botón de muestra del talante del senador estadounidense es su campaña contra Canadá, en donde alentó a camioneros estadounidenses antivacunas (Convoy de la Libertad) a boicotear a llegada de productos a Vancouver. Ante la amenaza velada de Cruz acerca de que quedarían los estantes vacíos en Vancouver, el alcalde de esta ciudad respondió: “¿Alguien puede decirle a (arroba)tedcruz que los estantes de nuestras tiendas están bien gracias al 90% de los camioneros canadienses que tienen un esquema completo de vacunación?”. ¿Así o más metiche don Ted?

¿Suena lejana esta situación? Pues no tanto si nos vemos en ese espejo. La agencia AP recién publicó que el financiamiento del “convoy de la libertad” canadiense proviene en gran medida de “donativos” desde Estados Unidos. ¿Casual el apoyo económico estadounidense a Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad? No lo creo. Además, dentro de los iniciadores de “convoy” en Canadá (existe ya en otros países), está una tal Tamara Lich, conocida separatista ex miembro del movimiento “Wexit”, que pretendía independizar el oeste de Canadá. ¿Inocente el movimiento de camioneros? No, no lo creo. ¿Solidario y desinteresado el apoyo de Ted a los periodistas mexicanos? ¿Neta?

¿Queda un poco más claro que no hay absolutamente nada que celebrar por el “apoyo” aparente del senador por Texas? Todo lo contrario, es causa más bien de alarma. Se trata de un político estadounidense, de extrema derecha, que no tiene ningún escrúpulo en usar su poder dentro de Estados Unidos para intervenir descaradamente en otros países. Sí, como lo hizo en 1913 el embajador de Estados Unidos Henry Lane Wilson en México.

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