A mí no me sorprendió que el morenista Félix Salgado Macedonio haya quedado de nuevo en primer lugar en las encuestas para definir la candidatura al gobierno de Guerrero.
Confieso que soy un fanático de la saga Dune, de Frank Herbert. Si yo me fuera de misionero, cargaría la Biblia y la saga en la misma maleta. Incluso creo que para predicar utilizaría más citas de Herbert que de la Biblia.
Una de mis lecturas juveniles más socorridas fue un “Pepín” (revistas de historietas) que se llamaba Joyas de la Mitología. Particularmente recuerdo la feroz batalla entre Marduk y Tiamat, diosa terrible que, como sucede con frecuencia, fue asaetada por abrir la boca de más.
Alguna vez he comentado que desde niño fui un ávido lector. Era más celoso de mis libros que de mis juguetes. De hecho, tenía más libros que juguetes. El crepúsculo era la hora de la cena. Luego oír radio o leer. Las baterías del radio eran una lata, pero hallamos el truco para “recargarlas”: asoleándolas.
Recuerdo que cuando hice la secundaria había la separación de jóvenes por género, tanto en grupos como en patios. Hoy podría entenderlo. En ese rango de edad las hormonas andan frenéticas, como hormigas antes del aguacero.
Poco antes del desastre en el “Mundial de Clubes”, estaba viendo en redes que fanáticos de Rayados hicieron su escenita en Abu Dhabi con un vulgar pleito de cantina. Los comprendo. Ninguno debe ser deportista.
Hace años, el periodista Fernando del Rincón entrevistó a Juan Gabriel a propósito de uno de los tantos escándalos en los que se le involucró. Para variar el escándalo en cuestión era sobre la vida sexual del divo. En algún momento, Del Rincón le preguntó “¿Juan Gabriel es gay?”
No sé nada de leyes. Ni en mi más ingenua juventud se me ocurrió seguir una carrera de Leyes. Quise ser sacerdote, pero no se me dio nunca la castidad; aviador, pero no pude, ni de unos ni de otros, porque sufro vértigo y no me gusta cobrar por servicios no prestados.